En los españoles existe un complejo de serlo que es
terrible. Nadie en el mundo como nosotros para ser culpables de todo y sentir
vergüenza por nada. De ahí esas actuaciones desconcertantes en políticos, esas ansias de separatismo, esas
incongruencias y sectarismos, ese desconcierto y confusión que nos invaden. De
ahí, por ejemplo, que a un empresario que crea infinidad de puestos de trabajo
y paga sus impuestos reglamentarios le rechacemos nosotros mismos el regalo supermillonario
que además ofrece para salvar vidas contra el cáncer. De ahí esas disputas y
guerras constantes de unos contra otros. De ahí también que nos dé bochorno
mostrar nuestra bandera y andemos silbando nuestro himno, llegando incluso a
apalear a un joven por llevar en polo con los colores rojo y gualda en el filo
de las mangas. De ahí ese pensamiento constante de no valemos nada, andamos los
últimos, somos el culo del mundo.
Y no es así. La mayoría de los demás países no son mejores
que nosotros, ni por historia, ni por arte, ni por literatura, ni por
monumentos, ni por aportación a otros continentes…, ni por paisajes,
gastronomía, clima, playas, alegría, costumbres, fiestas… Pero también ninguno
nos gana en autocrítica. Porque, eso sí, para criticar, criticarnos y
autodestruirnos nadie como nosotros, “harakirescos” que somos. Y pongo un solo
ejemplo que me ha tenido lleno de dolor y de rabia muchos días:
En Londres se comete un atentado terrorista el sábado día 3
de junio. Hay varios muertos. Los tres terroristas son acribillados. Un español
llamado Javier Echeverría, de quien los amigos dicen que salió en defensa de
una mujer y cayó al suelo tras un navajazo, está desaparecido. ¿Desaparecido? Nadie
sabe nada. A la familia no se le informa al respecto y no conoce si está
ingresado en algún hospital o en la morgue. La policía y el Gobierno de allí no
saben ni contestan. La angustia aumenta. El gobierno español pide información.
Los familiares que andan en esas tierras ruegan explicaciones… Los cerebros que
llevan el caso piden huellas dactilares, ADN, esto y lo otro…, largas y más
largas. Qué vergüenza que un reino tan prestigioso se comporte tan inhumana e indignamente y no sepa o no quiera dar información al respecto. El viernes diremos algo… y
podrán ver el cadáver, porque el viernes se le hará la autopsia. ¿La autopsia el
viernes? ¿Casi una semana después…? Mientras tanto, el miércoles, ¡el
miércoles!, encuentran otro cadáver en el río Támesis… El colmo. Vamos, como
para correrlos a gorrazos… Sin embargo, el jueves, la hermana, ebria por los agasajos,
adulaciones y vítores amplificados por los medios de comunicación, declara que
algo triste se ha convertido en bonito y grandioso. Referente a la actuación de las autoridades
británicas, sacando el complejo que llevamos dentro, dice que son: “suficientes
y correctas”, y ni una crítica. Menos mal que la madre echó al enlace británico
de la habitación cuando éste le dijo que vería el jueves a su hijo tras un
cristal? ¿Tras un cristal? Pero, Dios, ¡¿qué es esto?!
Y llegados aquí, pregunto: ¿Ha cesado en el cargo algún
policía británico? ¿Ha dimitido algún político inglés aunque sea de la tercera
división? ¿Ha habido alguna manifestación de protesta en el Reino Unido en
contra de tanto despropósito? ¿Se han suspendido las elecciones?...
Pues miren, amigos, si esto mismo, igual, sin quitar ni añadir nada,
ocurre en España, e Ignacio Echeverría es un extranjero, o un español, da
igual, ya habríamos hecho arder a este país por los cuatro costados. Porque,
eso sí, en quemarnos a nosotros mismos somos los primeros.
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