De vergüenza. Aquí todo vale. Sin que casi nada nos una. Sin valores que nos aglutinen, sin moral ni ética ni filosofía que nos configuren. Sembrando mentiras para que no tengamos verdades. Y picaros por todos lados. Pícaros de sandalias rotas y de guante blanco.
Nos dicen los plataneros de la isla de La Palma que a ellos les siguen pagando el kilo de plátanos al mismo precio que antes de la erupción del volcán, por lo que la subida experimentada en los mercados, con las correspondientes consignas de ayuda y solidaridad a la isla y a ellos, no les llega en absoluto, que las ganancias se quedan en aquellos que manejan los hilos desde los despachos, engrosando aún más sus correspondientes cuentas bancarias.
Y hasta la Iglesia ha perdido el oremus totalmente. Pobres curas de iglesias-cortijo semivacías, de fieles de cumplimiento, de estúpidas rencillas parroquiales. Pobres obispos encorsetados por una curia de vivales aprovechados de poca fe. Pobres arzobispos, como el de Toledo, que no se entera de que el deán ha permitido grabar, nada menos que en el interior de la histórica catedral, un videoclip vulgar, provocativo y ofensivo, “perreando” (previo pago al Cabildo de varias decenas de miles de euros), que puede ser una canción divertida y un gran montaje, pero no digno de realizarse en un lugar sagrado para el cristianismo, como lo es la gran mezquita para los musulmanes. El próximo que lo graben allí, a ver si los dejan. Seguro que entonces no saldrán los progres periodistas, presentadores y tertulianos a criticarlos por intolerantes, carcas, retrógrados y fascistas.
Y por favor, que estos artistillas de poca monta dejen ya de embadurnar, parasitar y denigrar el campo de las creencias cristianas y dejen de aprovecharse de ellas para ganar un dinerillo y ser conocidos, aparte de en su casa, en la casa del vecino de enfrente. ¿No tenemos las bocas gastadas de pedir respeto? Pues eso.
Lo dicho, que ya está todo tan enredado, tan embarrado, tan encenagado…, que ni sabemos a lo que pertenecemos, ni dónde tenemos los pies ni dónde la cabeza. La decadencia de esta civilización es ya tan incuestionable que hasta la naturaleza anda cada vez más rebelde, desquiciada y rabiosa.
La única esperanza es que esto, necesariamente, tiene que cambiar algún día… Ojalá sea pronto.
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