martes, 13 de diciembre de 2022

CABE LA ESPERANZA

Cansado e indignado por la desastrosa y nefasta política, que está llegando, entre otros muchos esperpentos, a que los delincuentes pacten su propia condena con el gobierno, librándose de la sedición y la malversación, con el agravante además de que, mientras se lleva a cabo esta ignominia con nocturnidad y fiestas, estos golpistas, que podrán irse de rositas ahora y después, andan diciendo, sin parar, a las claras y con arrogancia, que lo volverán a hacer de nuevo para conseguir definitivamente la independencia; así como apenado también por tanta inflación, corrupción, robos, delincuencia, malos tratos, suciedad de calles y plazas, arboricidios, medallas póstumas protocolarias, tristes y frías, monolitos recién puestos y ya oxidados en la Corredera en recuerdo de personajes con fechas y cargos equivocados, discusiones, odios, insolidaridad…, me encuentro con una noticia estrella en el árbol de mis vivencias. 

 Se trata de un matrimonio de Úbeda, ya entrado en años, impactado aún por el terrible accidente de coche que sufrió su única hija, en el que falleció, quedando además parapléjica su única nieta. Esta, las Navidades las pasaba aquí, en familia, pero también con las amigas, disfrutando de lo que más le gustaba, patinar sobre el hielo en la pista instalada en la plaza de toros. 

 

Este año no podrá ser porque las pasará con su padre y sus otros abuelos muy lejos. El matrimonio, roto por la tristeza y el desconsuelo, había decidido no sacar de la buhardilla las cajas de cartón que contienen los adornos navideños… Y menos el Misterio, por mido a ser irreverentes cuando no blasfemos. 

 

Pero he aquí que, hace unos días, la nieta, sabiendo que no estará con ellos en estas fiestas, aprovechando el puente, ha venido a visitarlos. No puede andar por sí misma, pero se mueve con facilidad en su silla de ruedas, y lo más importante y digno, irradia alegría. 


Al enterarse las amigas, vinieron a verla, sacándola a pasear por las calles ya iluminadas con la intención no desvelada de llevarla el coso de San Nicasio. Y ahí fue la sorpresa. Al entrar, las amigas pusieron en los pies de la discapacitada unos patines y, a peso, sostenida por ellas, pudieron dar juntas, entre risas y aplausos, unas cuantas vueltas sobre el suelo helado convertido ahora en clara hoguera de amor y de amistad. 

 

Al día siguiente, cuando la nieta se levantó, los abuelos habían adornado ya la casa y habían puesto el Nacimiento en su lugar. Sobre el pequeño Belén colgaron también la típica cartela de todos los años en la que se podía leer: DIOS HA NACIDO, FELIZ NAVIDAD. 


Y yo, lo confieso, al conocer la noticia, tan sencilla como luminosa, he sonreído emocionado, y pese a tanta niebla y miseria humana que nos envuelve, me he dicho: Todavía hay luz. Cabe la esperanza. 

 

Pues eso, FELIZ NAVIDAD, amigos. 

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