martes, 22 de agosto de 2023

UN LINCE EN ÚBEDA

Hace unos días, apareció un lince en Úbeda. Noticia mundial. Se le grabó merodeando por el cementerio municipal, se paseó por algunas calles y fue capturado por profesionales cuando estaba subido a un árbol. Todo en su sitio.

Pero la cosa tiene su enjundia. ¿Qué hacía un lince debidamente marcado en un territorio que no le correspondía? ¿Qué le ha motivado a venir aquí? ¿Por qué llegó a Úbeda y no a otro pueblo?

 

Y es que para mí está claro. Este elegante, ágil y peligroso animal no da puntada sin hilo. Este busca y pretende algo, por lo que si ha venido aquí es para decirnos alguna cosa.

 

Y aunque muchos lo dudan, yo creo que este soberbio animal ha elegido Úbeda en su huida porque es aquí donde más semejantes encuentra. Viene al calor de los suyos. Este pueblo, tan especial y raro, tan indefinible, tan antiguo como extraño, está lleno de linces. 

 

Linces por todos los contornos y espacios, por todos los rincones, por todas las áreas y grupos, por todos los colectivos. Aquí se levanta una piedra y salen linces por doquier.

 

Linces como una prima mía, de izquierdas de toda la vida, que ha dejado de hablarle a su vecino de enfrente porque se compró, el muy facha, en el mercadillo de los viernes, un sombrero de paja para salir al campo que llevaba una cinta con los colores de la bandera de España como podía haber llevado la de Nigeria. 

 

Linces como esos que montan parafernalias para chupar del bote de los impuestos públicos. 

 

Linces como todos esos que cantan y tocan y componen formando parte del pan y circo. 

 

Linces como esos que encuentran un filón y con la capa de la colaboración y el bien social se forran. 

 

Linces como esos que se suben las pagas cuando los demás no llegan ni a mitad de mes. 

 

Linces como esos que montan negocios a la sombra de “mamá teta” y “papá todo queda en casa”. 

 

Linces como esos pelotas y palmeros que obtienen beneficios y escalan cimas. 

 

Linces como esos que no dan golpe y viven del cuento.

 

Linces como esos que andan dándose golpes de pecho y son más falsos que una llave de plastilina. 

 

Linces como esos que se las dan de artistas e intelectuales y medran desde los montajes propagandísticos. 

 

Linces como esos que salen en defensa de otros cuando solo buscan protagonismo propio.

 

Linces como esos que siendo analfabetos se las dan de maestros y salen a la calle con la arrogancia de un pavo real.  

 

Linces como esos que dicen se han puesto en las manos de Dios, incluyendo tonsurados, cuando lo que están es en las manos de ande yo caliente.   

 

Linces, muchos linces por aquí, infinidad de linces… Y muchas ovejas también, como yo, tan atrevidamente cautelosa y solitaria, capaz de acercarme a mi enemigo, de comunión diaria, para saludarlo amable y humildemente, creyendo que es otra oveja y así mejoramos la convivencia…, y encontrarme, aparte de mala educación, desprecios y odio. ¡Otro lince el tío! Algo así como hizo Feijóo con Irene Montero en el Congreso el día que se constituyó –qué demócrata y bueno soy–, yendo desde su escaño al de ella para saludarla, y recibiendo como respuesta agradecida el ponerlo a parir ante los periodistas nada más salir al pasillo: “Este señor es un fascista que solo sabe hacerse fotos junto a narcotraficantes”. ¡Qué lince la señora!

 

Y es que las ovejas, aparte de ir a votar cuando nos lo indican los linces, no servimos para otras cosas que obedecer bondadosamente y sobrevivir como se puede entre espinos, peñascos y golpes. Pero esto se va a acabar, al menos por mi parte. Desde ahora listo, más listo que un lince. 

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