Hay una Úbeda que no me gusta. No esa Úbeda que levantaron los siglos, hermosa en su forma cual dama asomada al mirador de La Loma , muchacha desnuda al alba, novia del sol en los atardeceres, preciosa silueta de oro conquistando el valle y los sueños... No esa Úbeda que es asombrosa y me encanta hasta el amor. La que no me gusta, la que me duele y amarga, es esa otra que se descubre desde la reflexión mirando a quienes la habitan. Esa que genera descontento, sucia y torpe, gobierne quien gobierne, criticona y fría, mantis religiosa de no pocos de sus amantes, la lanzadora de piedras sobre su propio tejado, la sibilina, indiferente e hipócrita, la Úbeda que se olvida de ser barco de hermosura en mar de olivos rumbo al puerto de lo sublime, para convertirse en vetusta hacienda en la que crecen magníficas espigas ensombrecidas por perniciosa cizaña.
Espigas altas y frondosas, doradas y altivas, que se esfuerzan desde los trabajos, las empresas, la agricultura, el turismo, el comercio, la artesanía, la cultura, la enseñanza, la sanidad, el deporte, las asociaciones..., por hacer, desde la honestidad, mejor y más grande al pueblo. Espigas que dan lo mejor de sí mismas, que se entregan, se esfuerzan..., que dan trabajo, incluso regalan parte de su tiempo y de sus bienes, que prestan servicios altruistas en comedores sociales, que acogen a peregrinos sedientos, que cuidan de los enfermos, que ayudan al vecino, que protege a los animales, que buscan no hacer daño a nadie, que se desviven por cuanto les rodea...
Hay espigas en Úbeda. Grandiosas espigas. Centenares, miles... Pero también no poca cizaña tenebrosa que crece, ocupa cargos de relevancia e impone su extraña cultura iletrada. Son sombras mediocres que no saben de luces ni colores, aprendices de gladiadores que no consiguen manejar otra espada que la de la zancadilla, la mentira y la descalificación. Avispados que medran desde la traición, la envidia y la calumnia...
Hay espigas en Úbeda, muchas, excepcionales, grandiosas, muchas de ellas anónimas, pretendiendo que su mano izquierda no sepa lo que hace su derecha... pero también hay cizaña, nociva cizaña a la que además se le teme y se le adula.
Somos así, y así es esta Úbeda adentrada ya en el siglo XXI... Pero aún, dentro de esta turbiedad, no debemos perder la esperanza. La esperanza de que algún día cambie, y sea el contenido de la ciudad tan bello, o más, como su continente. Dios lo quiera. Úbeda sería entonces doblemente asombrosa.
Leyendo hoy tu blog, desde el aula en este 23 de diciembre y sin alumnos, me encuentro este bello sentimiento emanado de tu corazón...,
ResponderEliminaren él veo tu limpieza de pensamiento que vuela libre sin ataduras y dices lo que brota como la misma espiga que refieres..., pero hay una sinrazón que te ensombrece y lo expones sin tapujos..., asi eres y asi serás..., siegue asi amigo Ramón..., no cambies tu nobleza de corazón asi lo dicta...
Gracias por tomar la foto mía de Úbeda, es una bella fotografía que es simbiosis de Ubeda asombrosa, la dama que asoma desde las Lomas al Guadalquivir...
Un abrazo José