El hombre es un gusano
que nace del olvido y, sin memoria,
comienza a conocerse
a fuerza de arrastrarse por las sombras
del barro de la tierra.
Y así, muy lentamente, entre las hojas
del miedo y la ignorancia,
cruza desnudo en busca de las formas
que le hagan comprenderse,
sabiendo de seguro que, al final, por la broza,
un pie de iniquidad lo aplastará
hasta hacerlo ceniza fría y honda.
Pero cabe también que este gusano
se oville en su espesura silenciosa,
y un milagro de muerte hacia la vida,
de noche en soledad a amanecer sin horas,
–metamorfosis plena–,
lo convierta en eterna mariposa.
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