El lunes, 28 de febrero de 2011, iniciaba este blog. Lo
abría porque era consciente de que pocos meses después, en octubre, cerraría la
puerta de un sueño en el que había gastado nada menos que treinta años de mi
vida. Un sueño lleno de hojas en blanco en las que he dejado escribir y he
escrito, en libertad e independencia, cuanto el pensamiento y el sentimiento
han deseado y querido. Un sueño con alas blancas llamado revista IBIUT.
Y sabía que una vez clausurada la publicación yo no podía
dejar de expresar mis anhelos, mis vivencias, mis pensamientos, mis
reflexiones, mis sufrimientos, mis gozos…, porque hay una fuente, un río que
mana en mi conciencia, un torrente que brota y corre por entre sus montes y
llanuras, areniscas y pedregales, días de lluvia y noches de luz…, que si lo
seco con silencios me seca él por dentro la vida.
Y aquí, tras el cristal de una pantalla, en esta página que
no puedo palpar con los dedos, en este papel sin olor a imprenta que anda como
en el aire, volátil, sin saber qué espacio ocupa, si es que lo ocupa, ni en qué
carpeta queda recogida la realidad de las palabras; desde este monitor vidrioso
dejo fluir mi agua de sed, temeroso y consciente de que alguien, alguna vez,
puede, desde no se sabe qué distancia, cortar los hilos de estas computadoras que
nos enlazan, de las que dependemos tanto, o de cambiar maneras, estructuras o
programas…, y ya haberlo perdido todo. Aquí,
tan virtuales los caminos, tan etéreos, escribo mis comentarios, más que
esperando sean leídos, esperando que, al escribirlos yo, me sirvan para superar
la nostalgia y la melancolía, e impedir de paso que me asfixien los fantasmas
de un pasado que no volverá, aceptando que todo tiene su tiempo y su lugar
limitados, porque nada de lo que nos rodea es eterno.
Y así, exponiendo, por regla general, un par de veces al mes
mis composiciones sentidas, he ido y voy avanzando hacia el océano inmenso de
la eternidad con la mirada puesta en la línea del horizonte que cada vez veo
más cercana. Y me aliento a mí mismo. Y de paso mato a ese gusanillo que me roe
las venas de escritor que ha pecado de ser libre, de no arrastrase, de huir del
fango de los intereses creados, de no andar en el barrizal de políticas
injustas y mediocres, y menos aún en los vericuetos alucinantes de las
subvenciones oficiales… De un escritor lleno de defectos y de errores, pero que
no se ha vendido nunca, porque ya de por sí no vale demasiado y es consciente
de que vendiéndose hubiera valido mucho menos.
Y aquí sigo cinco años después, escribiendo este comentario conmemorativo.
Sabiendo que cuento con algunos miembros seguidores y con otros que, sin serlo,
entran de vez en cuando en el blog para leerme. Para todos ellos, para todos
vosotros, cuente o no con vuestra estima, con vuestra mejor o peor crítica,
sabed que os quedo muy agradecido, y no sólo por visitarme, sino porque el
simple hecho de poner mi nombre en internet ya me marca un paso más en el
contador del corazón, animándome así a saber que no estoy del todo solo.
Cinco años ya con este blog de Ramón Molina Navarrete. Cinco
golpes de mi mano llamando a la convivencia. Cinco gotas de lluvia de mi alma desbordadas
para crear un mar por donde ya han navegado más de un centenar de barcos de
papel rumbo al infinito.
Gracias de todo corazón.
Felicidades por este lustro de vivencias narrativas.., un lujo leerte, no entro todo lo que desearía.., pero cuando entro es para leer tu pensamiento, tus sentimientos, tu pluma es bella como un amanecer, todo es poesía en ti.., un abrazo amigo y compañero..., a por otro lustro más.
ResponderEliminarJosé