domingo, 7 de febrero de 2016

DÍA DE LOS ENAMORADOS

Estoy a favor de los que piensan que no debería existir un “Día de los enamorados”, por la sencilla razón de que el amor verdadero no tiene tiempo ni espacio, es tiempo y espacio en sí mismo, por lo que todos los días, horas, minutos y segundos, se esté donde se esté, tienen que tener una misma dimensión: la de sentir el fuego de la pasión brotada en el alma. Considerar que un día del amor es especial, es no conocer la eternidad de amar, en cuento todos los días, para quien ama, son particularmente especiales.

No obstante, la tradición nos deja como “Día de los enamorados” el día de San Valentín, sacerdote católico que casaba, en secreto, a jóvenes, en contra de la voluntad del emperador Claudio II, que consideraba eran mejores soldados estando solteros. Día, por lo tanto, dado a los regalos, las cenas románticas, las peticiones de mano… Pero día también que debe servir para reflexionar, para saber si dentro del corazón lo que se siente por alguien es amor verdadero, no ése de fiesta y diversión, pasajero, de ir tirando, de fachada, de excusas, de hasta que se nos acabe, sino de compromiso de vida por ambas partes, hondo, grandioso, de escalón diez, de superaciones, de gozos y sacrificios, de renuncias, de hogar, de pan partido y compartido, de en la salud y en la enfermedad, de dar fruto, de hasta la muerte, eterno. Ése que no te lleva más que a desear estar juntos y luchar por conseguirlo. Ése que te hace estar dispuesto a darlo todo, hasta la vida si fuera necesario.

Para los que creéis en el amor así y amáis así, con amor infinito, de envejecer juntos, de para siempre, os dejo este poema en el que creo. Felicidades todos los días de todos los años.


                        AMOR ETERNO
                                
            Conocernos fue un dardo al corazón,
            una explosión de lumbre en las entrañas,
            una fiebre embriagándose en la sangre.

Luego vino el licor de las palabras,
el roce de las manos para hacernos
de espuma y levedad, sueños con las alas
            ascendiendo a la cumbre de los besos,
a la luna mayor de las galaxias.

Después vinieron días con sus sombras
para nunca rendir nuestras miradas,
para juntos reír, llorar, soñar…,
para juntos saltar las alambradas
y ver que envejecemos sin que el viento
deseque el manantial de nuestra agua.

Conocernos fue un éxtasis de asombros.
Vivir juntos, arder para ser ascuas
y nunca ya morir; porque morir
será tan solo un vuelo en la esperanza
que nos lleva hasta el sol de la belleza;
ese reino de luz ilimitada
con orillas de azules y palmeras
donde seguir unidos ya sin lágrimas,
donde hacernos de gozo un solo ser,
            dos eternos viajeros infinitos
            que caminan desnudos por el alba,
dos estrellas formando un universo,
dos hogueras ardiendo en una llama…        

Pues ni muerte, ni tiempo, ni lugar
podrán romper la unión de nuestras almas. 

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