Estoy a favor de los que piensan que no debería existir un “Día
de los enamorados”, por la sencilla razón de que el amor verdadero no tiene
tiempo ni espacio, es tiempo y espacio en sí mismo, por lo que todos los días,
horas, minutos y segundos, se esté donde se esté, tienen que tener una misma
dimensión: la de sentir el fuego de la pasión brotada en el alma. Considerar
que un día del amor es especial, es no conocer la eternidad de amar, en cuento
todos los días, para quien ama, son particularmente especiales.
No obstante, la tradición nos deja como “Día de los
enamorados” el día de San Valentín, sacerdote católico que casaba, en secreto,
a jóvenes, en contra de la voluntad del emperador Claudio II, que consideraba eran
mejores soldados estando solteros. Día, por lo tanto, dado a los regalos, las
cenas románticas, las peticiones de mano… Pero día también que debe servir para
reflexionar, para saber si dentro del corazón lo que se siente por alguien es amor
verdadero, no ése de fiesta y diversión, pasajero, de ir tirando, de fachada,
de excusas, de hasta que se nos acabe, sino de compromiso de vida por ambas
partes, hondo, grandioso, de escalón diez, de superaciones, de gozos y
sacrificios, de renuncias, de hogar, de pan partido y compartido, de en la
salud y en la enfermedad, de dar fruto, de hasta la muerte, eterno. Ése que no
te lleva más que a desear estar juntos y luchar por conseguirlo. Ése que te hace
estar dispuesto a darlo todo, hasta la vida si fuera necesario.
Para los que creéis en el amor así y amáis así, con amor
infinito, de envejecer juntos, de para siempre, os dejo este poema en el que creo. Felicidades todos
los días de todos los años.
AMOR ETERNO
Conocernos
fue un dardo al corazón,
una explosión
de lumbre en las entrañas,
una fiebre embriagándose
en la sangre.
Luego vino el licor de las
palabras,
el roce de las manos para
hacernos
de espuma y levedad, sueños con
las alas
ascendiendo
a la cumbre de los besos,
a la luna mayor de las galaxias.
Después vinieron días con sus
sombras
para nunca rendir nuestras
miradas,
para juntos reír, llorar, soñar…,
para juntos saltar las alambradas
y ver que envejecemos sin que el viento
deseque el manantial de nuestra
agua.
Conocernos fue un éxtasis de
asombros.
Vivir juntos, arder para ser ascuas
y nunca ya morir; porque morir
será tan solo un vuelo en la
esperanza
que nos lleva hasta el sol de la
belleza;
ese reino de luz ilimitada
con orillas de azules y palmeras
donde seguir unidos ya sin
lágrimas,
donde hacernos de gozo un solo
ser,
dos eternos
viajeros infinitos
que caminan
desnudos por el alba,
dos estrellas formando un
universo,
dos hogueras ardiendo en una llama…
Pues ni muerte, ni tiempo, ni
lugar
podrán romper la unión de
nuestras almas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario