Las drogas, los alucinógenos, los estupefacientes…, están
totalmente perseguidos en el mundo del deporte. Constantemente a los
deportistas se les hacen pruebas, muchas de ellas por sorpresa, y siempre
después de los eventos competitivos. Y pobres de aquellos a los que se les
detecta lo más mínimo en los análisis. Caen, inmediatamente, en el pozo de las
oscuridades; se les retira trofeos y medallas conseguidas, se les suspende por
meses y años, las marcas publicitarias rompen con ellos los contratos…, y lo
que es peor, quedan estigmatizados para siempre. Desde ese día, aunque vuelvan
a competir, ante cualquier triunfo, una y otra vez, ya queda planeando sobre ellos
el pájaro de la duda.
Sin embargo, no ocurre lo mismo en otros terrenos de la
vida. Pongamos por ejemplo el mundo del arte, de la literatura, de la
composición, de la canción, de la música, de la pintura… Aquí no son pocos los
que dejándose llevar por las drogas componen obras extraordinarias, de gran
éxito que, asimismo, lejos de criticarse, se aplauden. Hace poco leía en
internet el comentario de un señor al respecto, diciendo textualmente: “Si la droga le sirve al músico para hacer
buena música, bendito vicio”.
Muchos son los artistas, por lo tanto, que han logrado, de
esta manera, grandes logros, dineros y fama a lo largo de su vida, confesando
ellos mismos, además, que cuando hicieron ésta o aquélla obra estaban
“colocados”, Y así, claro, alterado el sistema nervioso, fluyendo las neuronas
con excesiva rapidez, a gusto, desinhibidos, como volando por las nubes de
colores…, a quien tiene talento se le puede multiplicar. Añadiendo, para colmo,
que, por el contrario, una vez que tuvieron que dejar la droga, por problemas
especialmente de salud, se les acabó la inspiración.
¿Y esto es justo? ¿No es jugar con ventaja respecto a los
demás creadores? ¿Por qué la sociedad, al menos al enterarse del doping, como
sucede en el deporte, no deja de admirar, considerar, condecorar y enriquecer
el drogata que ha logrado una obra con ayuda de estimulantes y no por su propio
esfuerzo, preparación, formación, constancia y trabajo…?
Ya sé que sería de risa que, tras presentar una exposición
de pintura, o sacar un disco, o publicarse un libro…, se tuviera que hacer una
analítica antidoping al autor. Lo mismo, además de una estupidez, listos ellos,
ya lo harían cuando transcurriera el tiempo suficiente como para estar limpios.
Lo que pretendo decir, por decir, es que en esta sociedad siempre andamos en la
hipocresía, en la falsedad, en la doble vara de medir, en la incoherencia… De
ahí que no entienda, dicho sea de paso, entre otras muchas cosas, tampoco, cómo
se puede defender con todo el coraje del mundo la vida de una cría de serpientes
encontrada en las afueras del pueblo y luego estar a favor de machacar a una
criatura humana en el vientre de una mujer. O cómo abrir telediarios y portadas
de periódicos porque ha habido un atentado o, ayer mismo, un incendio en un
templo hindú en el que han muerto un centenar de personas, y apenas decir esta
boca es mía cuando, una y otra vez, casi sin descanso, en numeroso lugares,
aparecen masacrados, achicharrados o degollados cientos de cristianos. O como
declararse de izquierdas, despreciando la corbata y la chaqueta porque es de ricos,
para vestir andrajosas ropas oscuras, como rotas y sucias, que valen, al ser de
diseño, un dineral, y hablar de los pobres, de la solidaridad, de la justicia
social, del bien común…, y luego, aparte de vivir como reyes, ocultar su
grandes fortunas en paraísos fiscales…
Y es que somos así: embudos. Embudos, mientras nos ponemos
las gafas con el color del cristal con el que queremos mirar. Embudos a lo
claro. Siempre la parte estrecha para ti y la ancha para mí y lo que a mí me
parece. Y a vivir que son dos días.
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