A lo más hermoso que uno puede aspirar es a ser verdaderamente
libre.
Sin embargo, pocos quieren serlo. De ahí que diariamente estemos
poniéndonos grilletes en el alma para esclavizarnos a nosotros mismos. Y nos
atamos con ambiciones materialistas, egoísmos banales, odios oscuros, venganzas
sucias… y, lo peor de todo, nos encadenemos a las mentiras y los intereses
personales. Ya lo dijo Rousseau: “El hombre, por todas partes, se encuentra
rodeado de cadenas”.
Entonces, la libertad pasa a ser mera falacia, una pobre
palabra a la deriva en un mar tempestuoso. Y yo lo comprendo y lo acepto y hasta
lo justifico. No es fácil ser libre en este mundo. Y no lo es, sobre todo,
porque habitamos en una selva, en la que hay que sobrevivir, llena de trampas,
de amenazas, de zarpazos, de terror, de traiciones… Donde los unos se cazan a
los otros. “Homo homini lupus” (“el hombre es lobo para el hombre”), que dijera
el dramaturgo latino Plauto.
Pero lo más terrorífico es cuando la libertad se falsea para
vendérnosla desde los intereses colectivos manejados por las ideologías, pretendiendo
engañarnos y obnubilarnos el pensamiento con el fin de sacarnos el voto para
ostentar el poder. Y si nos dejamos arrastrar, no sólo habremos perdido nuestra
propia libertad de vuelo, sino que nos habremos convertido en zombis terrenales
con pies de pegamento adheridos a las piedras.
La libertad es grande porque nos permite pensar como queramos,
actuar como nos parezca, creer en lo que consideremos…, sin complejos, sin
miedos, sin que nos tiemblen los huesos. Es decir, la libertad nos permite ser
coherentes. Y coherentes es lo que deberíamos ser todos, y no muñecos detenidos
en los estantes de la tómbola de la feria de la vida. Coherentes desde el respeto
y la estima.
Un mundo así, basado en la coherencia, en vivir acorde con
lo que pensamos, sería ideal. Los de izquierdas, y derechas, y de centro
podrían exponer sus teorías sin sombras ni sobresaltos; los que profesan ésta o
aquélla fe, la podrían manifestar sin oscurantismos ni miedos; los que son
partidarios de esto y de aquello, pues nada, podrían expresarlo sin tapujos…,
pero todo y todos desde el ejemplo, la educación, la no violencia y la sincera consideración
a los que no piensan ni actúan de igual forma, y siempre sabiendo que, en el
fondo, nada ni nadie en este mundo, está en posesión absoluta de la verdad.
Pero la realidad no viene a ser así. Fíjense y verán cómo
hay muchísimos, infinidad, que dicen ser o pensar de un modo, y luego viven y proceden
de otra forma muy diferente. Políticos, pacifistas, naturalistas, animalistas,
feministas…, por ejemplo, que dicen y dicen…, y luego, si ocurre algo, como maltratar
a una mujer, o golpear a un perro, o contaminar un río…, actúan según quién lo
haya hecho. Si son los que consideran del bando contrario, los machacan, pero
si son de los suyos, ni se inmutan. Y si alguien de los otros atropella a una
liebre, se manifiestan, con clamor, pancartas y hasta desnudándose, por los
derechos del pobre animalico…, para, al día siguiente, pedir los mismos a gritos
se acabe, gratuitamente, con la vida de un pequeño en el vientre de una madre. O
como ese gobernante que se titula honorable y luego está de corrupción hasta
las cejas. O como ese entrenador reconocido que acaba de expresar públicamente
que él apoya las ideas comunistas cuando se le salen los billetes de quinientos
por la ranura de la caja fuerte que tiene en el banco. O como ese sacerdote
fundador que iba para santo tan defensor de la castidad y la pureza que luego
andaba entre niños, mujeres y hasta tenía hijos. O como esa escritora famosa
que dice ser atea y ataca a los cristianos y luego con el yihadismo se derrite
y guarda absoluto silencio. O como ese multimillonario que declara en TV que la
indigencia no se debe consentir. O como ese actor que manifiesta ser antiyanki y
va y viste y vive como ellos y pasa la mayor parte del año en los Estados
Unidos trabajando en Hollywood… O como ese lobo que se adentra disfrazado en la
manada de los corderos para ver qué pilla…
Esclavos todos, tristes siervos todos de sus propias
incongruencias, perfectos coherentes de la incoherencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario