Brindo por ti, mujer,
por ti cuando, tan pequeña, desnuda,
llegaste a esta asombrosa estación de la vida
y ya derramaste tus primeras lágrimas blancas.
Brindo por ti, mujer,
por cuando eras niña y jugabas
a volar con los pájaros de la inocencia
y creías que las estrellas eran luces
que llegaban del país de nunca jamás.
Brindo por ti, mujer,
por tu delicadeza adolescente,
por tus primeros tacones de cristal,
por tu labios recién pintados
dispuestos para el primer beso.
Brindo por ti, mujer,
por tus sueños de juventud,
por tus amores de sol
y tus desamores de luna nueva.
Brindo por ti,
por tus abrazos sinceros,
tus luchas por conquistar el mundo,
tus palabras azules y tus silencios hondos.
Brindo por tu coraje, tu valentía, tu honestidad,
por haber sobrevivido a la historia y a los siglos,
por haber superado con honor
la más inmoral de las discriminaciones.
Brindo por tu poder de engendrar,
por tu hermosura de cuerpo y de alma,
por tu generosa y sacrificada entrega.
Brindo por ti, mujer,
por tu sonrisa madura,
por el fuego que enciendes en los inviernos
para que el hogar y los hijos
se alegren con la nieve
que cae tras los cristales.
Brindo por tu siembra incansable,
tu corazón latiendo a primavera,
tu encontrada libertad de alas abiertas,
tu trono de igualdad ya indiscutible.
Brindo por ti, mujer,
ya anciana, sentada a la ventana
de la nostalgia más sentida,
cosiendo un pañuelo para la esperanza
o leyendo un libro que ya poco
puede enseñarte de tan sabia como eres.
Brindo, por ti, mujer.
Brindo por ti en este atardecer de las horas
con el más dulce y justo de los licores.
Brindo por ti, porque ahora sé,
sobre todas las cosas,
que lo más bello del mundo
y de la vida
eres tú.
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