Cuando de joven leí Un
mundo feliz de Aldous Huxley, creí que había leído una buena novela, muy
imaginativa, pero lejos de la realidad. Sin embargo, a medida que va pasando el
tiempo, me voy convenciendo de que la novela se asemeja cada vez más a la
realidad. Y miedo me da pensar que, de alguna u otra forma, todo puede acabar
como refleja la magistral obra del autor inglés.
En ese mundo, perfectamente evolucionado, jerarquizado y
avanzadísimo en tecnología, dividido programáticamente en castas, todo es saludable,
limpio, ordenado y aceptado. El sexo no presenta ningún tipo de barreras ni
límites. La promiscuidad es tan necesaria
como obligatoria. La fidelidad algo que se considera reprobablemente
inmoral e inaceptable. La belleza física de los habitantes es ideal, y siempre,
hasta la muerte, se es joven. La droga (soma) es el pan nuestro de cada día.
Con ella se está siempre gozoso, tomándola todo se acepta y nada duele ni perturba
ni se teme. Un mundo donde la avaricia, la guerra, la ambición, la pobreza, el
odio… han sido eliminados, pero a costa también de eliminar los sentimientos, la
familia, la cultura, la religión, el arte, el pensamiento… y, sobre todo, la
libertad y el amor. Un mundo en el que se venera al líder, jefe de la
comunidad, y en donde quienes viven fuera de esta civilización oficial y
oficialista se les considera, sencillamente, seres prehistóricos, meros salvajes
a quienes hay que apartar, olvidar y rechazar.
Un mundo que, pese a parecer idílico, en el fondo asusta, da
pánico, terror. Un mundo que se nos muestra como de futuro lejano, pero que si
nos ponemos a pensar no está tan lejos ya del presente. Porque yo me pregunto: ¿Acaso
no andamos hoy en día en dirección a ese mundo feliz más que hacia su contrario?
¿No estamos viendo ya esas ansias de acabar con todo lo que es militar, con
todo lo que huela a religiosidad, con todo lo que lleva a la familia…? ¿No
vamos hacia un pensamiento único, marcado todo a base de leyes de las que no se
puede salir? ¿No estamos dirigidos desde las castas políticas, cerradas,
superiores, privilegiadas, desde los líderes? ¿No vamos hacia un mundo
uniforme, sin diferencias de género, sin sexos, o con sexos que se eligen según
convenga o interese, inmensamente promiscuo y lleno de infidelidades? ¿No
estamos cerca de concebir y desarrollar los fetos en incubadoras en cadena, y
llegar a creer que la maternidad es un agobio, una carga de vida e incluso algo
asqueroso y denigrante que deforma el cuerpo? ¿No estamos a punto de aceptar
que la educación debe ser monocorde y darse sólo en centros públicos concebidos
por la socialización dirigida desde el poder? ¿No vamos hacia una sociedad de
mujeres y hombres obsesionados por aparecer físicamente perfectos, deseosos de
aparentar ser siempre jóvenes, y donde no caben los deficientes, los débiles,
los ancianos…, donde se puede acabar con la vida de cualquier niño engendrado que
muestre alguna deficiencia para que no nazca y de cualquiera mayor que desee
morir? ¿No vamos hacia una sociedad instruida, educada y dirigida desde la
televisión, a la que obedecemos ciegamente? ¿No comemos, bebemos y vestimos
según se nos indica? ¿No nos encontramos ya en una colectividad donde cada vez
tienes que tener más cuidado con lo que dices o escribes porque la libertad de
expresión se está reduciendo a base de golpes, insultos, desprecios, amenazas y
boicots…? ¿No nos movemos ya a base de todo tipo de drogas: para el más mínimo
dolor, para dormir, para el estrés, para la tristeza, para ponerme…, para desinhibirme,
para estar contento…? ¿No nos encontramos ya en la vía de un mundo globalizado,
integral, único? ¿No entendemos con frecuencia que todo aquél que huye de todos
estos esquemas y se aleja hacia lugares recónditos, perdidos, solitarios…, y se
aferra a los valores y derechos individuales, es un ser raro al que se le
indiferencia, se le insulta, se le cataloga de poco moderno y nada progresista,
y se le considera anticuado, carca, extraño, primitivo…, salvaje, en definitiva?
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