Comienza la Semana Santa. Es Domingo de Ramos y los
cristianos coptos de Egipto, como todos los cristianos del mundo, sean de la
rama que sean, van a conmemorar la festividad a sus iglesias. En dos de ellas,
la de San Jorge en Tanta y la de San Macos en Alejandría, nadie sabe que la
muerte anda esperando en forma de rayo negro cargado con un cinturón de
explosivos con olor putrefacto a intolerancia.
Y el cinturón estalla y se lleva por delante a más de medio
centenar de mujeres, hombres y niños inocentes, dejando en el suelo a
centenares de heridos. Los dos atacantes suicidas fueron los primeros en morir,
estallando por los aires para dejar sus cuerpos desperdigados en millares de
trozos asquerosos y repugnantes de materia pestilente. Los dos salieron volando
derechos al firdaws, nivel séptimo y máximo del paraíso de Alá es grande, para ser
recibidos como mártires victoriosos por los ángeles celestiales y poder gozar de
toda clase de placeres, desde manjares exquisitos a gran cantidad de huríes de
ojos grandes y brillantes, pasando por una gran multitud de vírgenes e infinidad
de muchachos jóvenes.
¿Y quién entiende esto? ¿Qué religión puede predicar semejante
bárbara locura? Esta locura de ganar el paraíso a costa de matar infieles, y a
cuantos más mejor. Es decir de asesinar a traición y a sangre fría a quienes no
piensan ni creen en lo que tú piensas y crees. Increíble.
Ya sé, ya sé que no todos los musulmanes piensan, creen y
actuan lo mismo que estos yihadistas del demonio. Que la inmensa mayoría de los
que viven en nuestros pueblos y ciudades son pacíficos, comprensivos, comedidos,
cautelosos… y, eso, prudentes, muy prudentes… Pero deberían ser un poco menos de
todo esto que son, porque cuando se producen estas masacres constantes, estos
actos de terrorismo que no cesan, estos asaltos abyectos a templos cristianos,
estos crímenes abominables…, deberían ser los primeros en salir en masa a
protestar, a exponer que están totalmente en contra de esos bárbaros, a
manifestarse con pancartas y gritos de desaprobación en las puertas de todas
las mezquitas y en todas las plazas de todos los pueblos del mundo libre… Y
exigir de paso que también en los países donde se impone la religión que ellos
profesan, dejen abrir templos budistas, mandires hinduistas, santuarios
sintoístas, sinagogas judías e iglesias cristianas…
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