¿Cómo quieres mirar esto que
digo?
¿Cómo quieres mirar esto que
hago?
¿Desde la forma estrecha de tu
ombligo
o desde el amplio cobro de un
impago?
Porque puedes mirar con la
malicia
o la bondad del ojo que
quisieses.
Porque nunca miramos en justicia
sino desde las gafas de
intereses.
Por eso lo que es firme y es
plenario
puedes verlo vacío y sin
cimientos.
Y lo que es nada verlo
extraordinario
si pones el cristal de los
aumentos.
Y si el éxito de otro en tu
camino
te hace sombra, es fracaso sin
virtud.
Y si te perjudica el desatino,
valoras que es acierto en
plenitud.
Si amas la paz y en Dios eres
coherente,
un creyente verá en ti a un
pacifista.
Si es un ateo, la cosa es
diferente,
que eres un anticuado y un
fascista.
Si alguien llega y se ofrece para
darte,
que algo buscará, que algo
pretende.
Si alguien es un roñoso y no
comparte,
que el hombre es ahorrativo y se
comprende.
Y si tienes al lado a tus amigos,
cuanto digas o hagas será
hermoso.
Mas si de pronto se hacen
enemigos
ya todo en ti se torna en
horroroso.
Las gafas. ¡Ay, las gafas que
tenemos!
Las gafas que olvidamos el
guardarlas.
Que nos dejan mirar como queremos
haciendo que miramos sin usarlas.
Por eso el gobernante nunca
acierta.
Si reviste los pueblos de
esplendor,
que eso es tirar la casa por la
puerta.
Si los deja tal cual, que vaya
error.
Si acude a los mil actos
programados,
que afán de tanto ser
protagonista.
Si se queda en su hogar, sin más
fregados,
que no cumple en funciones el
artista.
Si sale en procesión, que qué
hace ahí.
¿No es de izquierdas? La cosa
tiene miga.
Si no quiere salir, que qué hace
allí,
cuando estar con el pueblo es lo
que obliga.
Y dicho sea de paso, igual diréis
del comentario éste que aquí os
dejo.
Si os caigo bien, genial,
expresaréis.
Si mal, vaya idiotez de un pobre viejo.
De ahí que nos dijera Campoamor:
Nada es verdad ni nada es mentira,
todo depende siempre del color,
del color del cristal con que se mira.
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