El turismo se ha convertido en una tremenda locura que está
dando lugar a graves problemas de difícil solución. Llegar de casa a la costa
es entrar en la angustia: saturación, multitud de gente en las playas, peleas
por encontrar un hueco donde poner la sombrilla, chiringuitos y bares
abarrotados y caros, paseos como si estuviéramos en un hormiguero,
incomodidades, ruidos… Marchar a ciudades históricas y monumentales es también deprimirse:
infinidad de autobuses y trenecitos panorámicos, vendedores atosigantes, incontables
tiendas de baratijas, portalillos de comida basura, restaurantes con los clavos
y el martillo preparados para clavarte sin miramientos, hoteles costosísimos…
Y claro, ahí tenemos ciudades como Roma, París, Amsterdam o
Barcelona masificadas… Pero aún peor son otras ciudades como Venecia, donde las
mafias se han apoderado de los negocios más importantes y donde los venecianos
han tenido que huir porque es imposible vivir ante tanto barco-taxi, tanta
góndola, tanto vaporetto…, tanta gente pasando por todas las calles y rincones,
con una plaza de San Marcos por la que no se puede ni andar del gentío, con
colas de horas para poder entrar en la iglesia o el palacio ducal, además de
tanta tiendecita y tantos contenedores saturados de porquería… Venecianos que,
ante el desconcierto, el cansancio, el enfado y la rabia no cesan de hacer
pintadas en las que expresan: “Turistas fuera”.
Y claro, ahí quedan la mayoría de las casas medio derrumbadas y
deshabitadas, con fachadas ruinosas que nadie arregla…
Islas también como Santorini, bellísima pero agobiante.
Ciudades como Atenas, mal cuidada, con una Acrópolis que decepciona ante tantas
miles de personas haciendo fotos, tanta piedra milenaria por el suelo, tanto pavimento
de rocas resbaladizas, por tan poca preocupación ante tan grandiosa joya, por
tanto expolio cometido, con un ágora además que es más que un teatro del
absurdo… ¿Dónde se invierte la enorme fortuna que entra diariamente, vía
taquilla, en esta inmortal ciudad? Lugares que son igualmente Patrimonio de la
Humanidad como Olimpia, con los antiguos restos arqueológicos mal presentados,
por entre los que pasear como si estuviéramos a punto de comenzar los juegos y
fuéramos todos atletas. O como Corfú, donde junto a edificios de importancia
nos encontramos solares con matorrales secos y coches abandonados sin ruedas… O
como Kotor, en Montenegro, mucho mejor cuidada, pero en donde todo es lucro y
parafernalia, hasta subir andando por empinadas y desaliñadas cuestas
pedregosas hasta la cima de sus murallas bien conservadas…
Y más y más… que he podido comprobar personalmente, viviendo
momentos de fantasía inolvidables más desde mi corazón y mis sueños que desde
la realidad encontrada… Y todo porque el mundo se ha hecho demasiado pequeño y
todos hemos de verlo todo y estar en todos sitios… Una invasión, al fin y al
cabo, en toda regla, que genera negocio, crea trabajo, produce gran cantidad de
dinero y da lugar al enriquecimiento de no pocos, pero que hace imposible la
vida diaria de las gentes autóctonas que no hace tanto vivían ahí en paz y
tranquilidad…
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