Hoy en día, cualquiera que eche un vistazo a su alrededor,
inmediatamente llega a la conclusión de que las cosas no marchan bien.
Y es que nunca marchan bien las cosas. Nadie, en el fondo,
está contento. Nadie, en verdad, es feliz. Se puede sentir la alegría, el gozo,
los sueños…, pero siempre por un rato, por unas horas, por un tiempo…
Y a nivel de sociedad, para qué decir… Políticas
denigrantes, desigualdades, ambiciones, mentiras, robos, independentismos,
corrupción… Normas para favorecer las rupturas, la incredulidad, la
desesperanza… Progresismos para dividir, alterar, romper… Ideologías para
desestabilizar, aniquilar, destruir…
Y a todo esto, injusticias, crímenes, atentados,
intolerancias, racismo, desempleo… Desigualdades horrendas, donde mientras unos
viven en el lujo, la opulencia y el derroche, otros apenas tienen para ir
tirando.
Y quejas, descontentos, críticas, intereses, peleas… Y a pie
de calle, gran cantidad de divorcios, matrimonios gais, abortos legalizados, infidelidades,
adulterios, madres solteras, violaciones, ideología de género, pederastia, violencia entre
sexos, feminismo radical, que ha ido derivando, por la ley del péndulo, desde
la lucha por la liberación del cuerpo de la mujer hasta un puritanismo rancio,
donde hasta se prohíben cuadros de desnudos en los museos… En fin, como para
echarse las manos a la cabeza.
Por lo que concluimos que, sin duda, esto no va por buen
camino, que así no se puede seguir, que acabará mal… Que el ser humano ha perdido
el norte, sus valores, su grandeza, su altruismo… Que estamos desunidos, desorientados,
perdidos, muertos.
Bien. De acuerdo. Pero no es cierto que todo esto sólo
ocurra hoy. El hombre, desde que lo es, ha sido siempre el mismo. Dicen que en
el Paleolítico eran igualitarios, que todo lo compartían…, sin embargo en
Atapuerca se habla de canibalismo. Dicen que en el Neolítico todos participaban
en el reparto de tareas, pero las diferencias de clases ya es más que evidente.
Dicen que la fe antes sí que era valiosa, pero la misma Biblia, particularmente
el Antiguo Testamento, está llena de violencia, castigos, opresión, persecuciones,
invasiones, malos augurios, cautiverios, terror, guerras, con tomas de ciudades
pasando a cuchillo a niños, mujeres y ancianos…
¿Terrible, entonces, esto que estamos viviendo en nuestro
primer mundo…? ¿Terrible?... Terrible los sacrificios humanos a los dioses, la absoluta
discriminación milenaria de la mujer, la esclavitud, los siervos del feudalismo,
los súbditos de los reinos, los negros de la África colonizada, las hogueras de
la inquisición… Terrible las contiendas, el caciquismo, el poder terrenal de la
Iglesia, las miserias, las pestes, el analfabetismo, la incultura, las
dictaduras, el fanatismo, la yihad, los campos de concentración, las cámaras de
gas, los genocidios, las lapidaciones, los ahorcamientos a los homosexuales,
las penas de muerte… Terrible los cristianos asesinados en infinidad de lugares,
los que no pueden expresarse libremente, los que se montan con desesperación en
las pateras y no llegan a la costa, los refugiados sin refugio, los que mueren
por las bombas, o de hambre, o por falta de un medicamento básico, o por
soledad…
No. Nada de que hoy esto va mal. Todo ha ido mal siempre, desde
siempre, y peor, mucho peor antes, porque el mal lo lleva el hombre en su
adentro…, igual que lleva el bien. De ahí que en medio de todas las humaredas
negras que levanta continuamente sin poderlo evitar, encienda sin descanso, una
y otra vez, una esperanzadora linterna para ver por donde acercarse más y más a
la luz.
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