Los bancos se han vuelto insoportables. Las oficinas cuentan
con un personal mínimo y la atención al cliente es pésima. Colas de horas en
cualquier sucursal para realizar una mínima gestión, como si las personas no
tuvieran otra cosa que hacer. Y, claro, eso lleva a cansancio, enfados, malas
formas, cabreos… Y robarte a manos llenas: retraso en los pagos, cobros
abusivos de comisiones, descuentos injustificados, consignaciones erróneas…
Y deseos de cambiar a otra entidad que ofrezca mejores
condiciones, para terminar siendo igual o peor.
¿Solución que te dan? Que seas tú el empleado sin remunerar del
banco. Que saques el dinero por el cajero, que pongas la cartilla al día, que
realices las transferencias por tu mano, que pagues los recibos introduciendo claves…,
claves que, en cuanto te descuidas, te son denegadas por tu propia seguridad,
según te indica la máquina impasible y sin corazón… Y pedir otras nuevas, para
que de nuevo te sean denegadas… Y hacer cursillos o masters de informática y
contabilidad si quieres sobrevivir. Y hastío, frustración, impotencia… Y dolor de alma.
Mientras tanto, las ganancias bancarias son escandalosas, 11.783
millones de euros de beneficios solo en los nueve primeros meses del pasado año
2017, un 16,1% más con respecto al mismo periodo del año anterior. Beneficios
que han de superarse constantemente porque así está considerado y sea un éxito
más de los dirigentes y accionistas… Cueste lo que cueste: opresión, recisiones,
despidos, amenazas, jubilaciones, abusos, esclavitud… El capitalismo en sumo
grado.
Y ahí ando yo, haciendo estudios de banquero. Intentando
formarme en claves, firmas electrónicas, referencias, NIF, NIE, códigos,
políticas de Cookies… Y ni por esas. No hay manera. Por lo que entrar en la
cuenta y realizar alguna operación, aparte del terror que me hace sentir, me
supone hacer un ejercicio de paciencia y autocontrol estoico. La mayor de las
penitencias.
Y tampoco vale quejarse. A estos monstruos tan poderosos como
prepotentes, eso les afecta poco. Las hojas de reclamaciones son para ellos
como pobres gotas de lluvia en plena tarde de verano. No hay más que pedir una
de ellas y comprobar con que prontitud te la facilitan. Ellos saben que no pasa
nada, que no hay quienes les tosan, que tienen en verdad la llave de todo,
tanto de la economía como del poder. De ahí que pese a que en el año pasado se
realizaran, oficialmente, nada menos que cerca de un millón de quejas, nada se
ha mejorado. Todo lo contrario, vamos a peor.
Y a peor seguiremos yendo. La maquinaria engendrada
alrededor del dinero para ganar dinero no dará tregua. La banca todo lo tiene dominado.
De ahí que cada vez más te obliguen con mayor fuerza a estar dentro de este
engranaje interesado, en donde mejor vigilarte y donde mejor controlarte
Hacienda, es decir, la banca también.
Y a tanto se llegará que pronto dejará de emitir monedas y
billetes para que solo se use la tarjeta que te designan, y fuera de ella nada
puedas comprar ni vender, y de todo quede constancia, y de todo se enteren, y
de todo te sangren los de arriba. No esos necios engreídos que aparecen en las
noticias pertenecientes a partidos políticos como si fueran y mandaran algo…, sino
los otros, los que andan ocultos en grandes bunker lujosos y paradisiacos, y
manejan los hilos de todos nosotros, los muñecos de los escalones base de la
pirámide, las pobres marionetas del teatrillo de la vida.
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