Que se prepare el rey.
Quién nos iba a decir a comienzos de presente mes de junio
que Rajoy, después de contentar a los del PNV regalándoles cientos de millones
en los presupuestos, iba a estar tres semanas después de registrador de la
propiedad en Santa Pola.
Bastó que todos juntos, separatistas, golpistas,
nacionalistas, socialistas, comunistas, podemistas y demás istas votaran a
favor de quien había presentado una moción de censura en el congreso.
Y la ganaron. Y ¡hale!, fuera el presidente que ostentaba el
cargo. ¡Hale!, sin más, de golpe, sin verlas venir. A la calle, para regocijo,
aplausos y gritos jubilosos de sí se puede de una mayoría de los diputados.
Y no pasa nada, la democracia es así. Es lo bueno que tiene,
que nadie, por más vueltas que le dé, puede perpetuarse en el poder. Que eso,
que ahora estás y mañana ya no eres nadie.
Pero esto no para aquí. Tras la victoria contra la derecha,
ahora queda ganar la batalla contra la corona. El único personaje de poder
vitalicio. Y una vez derrocado el ocupante del trono, proclamar la república y crear
la nación de naciones, los federalismos, los confederalismo y las
independencias... Y dejar lo que ha venido siendo España en Es pa ñ a. Es
decir, en que ciertos territorios constituyan sus estados libres e
independientes, pero sin poner fronteras, que eso es carca, retrógrado,
insolidario y de mala educación, para seguir jugando en la liga que deja muchos
cuartos y que les seguimos comprando sus embutidos y sus cavas, cuando no sus troncos
de árboles después de que los aizkolaris se hayan divertido cortándolos en
competiciones de a ver quién es más leñador.
Y queda poco. Solo queda atravesar el Rubicón derribando al guardián
que a duras penas lo custodia. Cualquier día, pues, de repente, alguien
propondrá en el congreso una moción de censura contra su majestad el rey. Y la
aprobarán por amplia mayoría, puede que hasta por unanimidad, y se vea el monarca
haciendo la maleta para, como su bisabuelo, evitar males mayores. Porque aquí,
en este país de países, para qué nos vamos a engañar, casi nadie es monárquico.
Vaya, que no nos gusta que alguien que sube al monte se quede toda la vida en
lo alto, y menos si lo dejaron allí nada más nacer. Que nos divierte mucho
verlo caer rodando, y si se trata de un batacazo, es que nos tronchamos. Y si
con ello, vemos caer también a la consorte, que siempre anda luciendo poses y
vestidos, ya es que nos partimos en dos.
Las nubes de la tormenta están ya llegando por el oeste. Y
comienzan a caer las primeras lluvias que están dejando a la constitución del
78 en papel mojado y la transición en una pobre “correlación de debilidades”
que hay que reconstruir empezando por resucitar al dictador para volverlo a
matar. El plan está trazado. Por lo pronto, hemos visto al actual presidente y
sus ministros apenas saludar al jefe del estado con un mínimo gesto de cortesía
–menos que cuando decimos a alguien buenos días–, cuando iban a prometer el
cargo. Y ya andan por los barrios de Madrid haciéndose consultas simbólicas en
relación a este tema. Es decir, la levadura se está echando sobre la masa para
que llegado el momento de los truenos esté fermentada y todo quede en un simple
espectáculo de luces y destellos.
Que se prepare el rey.
No hay comentarios:
Publicar un comentario