Se cumplen ahora ochenta años de la muerte de la
poeta argentina Alfonsina Storni, casi a la vez que se celebra el día mundial contra
el cáncer de mama.
Alfonsina, que tenía una sensibilidad lírica a flor
de piel, supo también lo que duele el golpe del tumor mordiendo el pecho. Se lo
dijo el mar cuando lanzó una ola contra ella y le señaló el lugar oscuro en su
redondez de luna.
Entonces la palabra cáncer era sinónimo de muerte.
Y de nada sirvieron los quirófanos. La sentencia estaba dictada y solo quedaba
espacio para los retiros y las soledades.
Ella, que había vivido arando surcos por los
pedregales del sueño, compuso versos delicados, románticos y sensuales, pero
también hondos y abstractos. Su poética, original, sensible y feminista,
emociona y toca las campanillas del alma. Todo envuelto por un tapiz de melodía
rítmica y clarificadora que evidenciaba sus miedos, su angustia y su dolor, y
que se contrarrestan con una vida privada con no pocos secreteres cerrados con
candados. Sabemos de sus mudanzas, sus amistades, sus neurosis, sus publicaciones…,
de sus muchos éxitos poéticos y de sus fracasos teatrales. Sabemos de su hijo
Alejandro aunque no de quien fue su padre. Sabemos de sus inestabilidades y sus
momentos dulces. Y también de su muerte trágica.
Esa muerte que tuvo lugar un 25 de octubre en Mar
del Plata, hacia la una de la madrugada, ahogada por el mar, después de haber
escrito un par de cartas de despedida y enviado su último poema, “Voy a
dormir”, al diario La Nación.
Dientes de flores, cofia de rocío,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas: bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
Alfonsina, que era de espuma y sal, fue libre, y solo el mar
pudo besarla hasta dejarla sin aliento. Los realistas dicen que se arrojó desde
una escollera. Los románticos aseguran que se adentró a paso lento en él,
serenamente, como si se tratara de una diosa que va al encuentro de una
eternidad de agua.
Con anterioridad, la poeta de la sonrisa triste, ya parecía
adivinar su destino en el tiempo y el espacio. Su poema “Dolor”, comenzaba y
concluía así:
Quisiera esta
tarde divina de octubre
pasear por la
orilla lejana del mar;
que la arena de
oro, y las aguas verdes,
y los cielos
puros me vieran pasar.
…..
Perder la
mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.
Ochenta años se cumplen de que las garras de un cáncer de
mama arrojaran a la poeta Alfonsina a la grandiosidad del océano. Ochenta años
después la esperanza es más grande que la angustia y la inmensidad más llena de
vida que de muerte. Mientras tanto, el rosa y el azul se han querido mezclar
para hacerse un solo corazón y un solo verbo en la paleta de la poesía.
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