La semana pasada recibí las bases de un certamen de poesía, cuya
primera base hablaba de la presentación de un soneto que debía tratar el tema: “Cambiar para que cambien las nuevas
generaciones”.
La segunda exponía con claridad y en negrita que serían rechazados todos aquellos poemas que
contengan un lenguaje sexista.
Me animé. Un soneto clásico podría yo hacerlo sin mucha
dificultad. Así que manos a la obra.
Pensé que lo primero era concretar el tema. Hablaría de la
reflexión, de mirarse en el espejo de nuestro interior y, tras descubrir el
amor que nos forma, sentir la necesidad, en unidad, de cambiar a mejor para así,
con el ejemplo, lograr el cambio a mejor de nuestros hijos…
Y manos a la obra. Primer verso endecasílabo:
“Cuando dentro de él
se mira el hombre”,
“Eh, eh, un momento”, me dije, “no puedes poner “hombre”,
porque aunque el masculino gramatical engloba los dos sexos, el sustantivo
puede dar a entender, según los partidarios del lenguaje no sexista, que dejas
fuera de mirarse dentro a la mujer. Pues nada, a cambiar el verso:
“Cuando dentro de ella
se mira la mujer”,
Adiós, ahora el endecasílabo se ha convertido en alejandrino.
Además, al decir solo “mujer” sí es verdad que dejo totalmente fuera al hombre.
Pondré entonces: “hombre y mujer”. Vamos a ver:
“Cuando dentro de
ellos se miran el hombre y la mujer”,
¡Madre!, van a decir que soy machista por poner primero “hombre”
y después “mujer”. Nada, nada, “mujer” primero.
“Cuando dentro de
ellos se miran la mujer y el hombre”,
¡Qué desastre! Ahora, en lugar de alejandrino ha pasado a
ser un pentadecasílabo o un hexadecasílabo, y para colmo, en vez de a todas las
personas, parece que me refiero a que solo es un hombre y una mujer los que se
miran entre sí. Pero es que además no puedo decir “de ellos”, sino “de ellas y
de ellos”: “Cuando dentro de ellas y
de ellos se miran la mujer y el hombre”. Lo que daría lugar a una
barbaridad métrica inaceptable. Partiré entonces el verso poniendo por delante
“mujer”, cambiaré de lugar el verbo y quitaré de un plumazo “de ellos”. Veamos:
Cuando se miran dentro
la mujer
y el hombre,
Menos mal. Ahora va la cosa mejor. Ya tengo el primer verso
de once sílabas y un segundo que empieza a tener buena pinta. Continúo
escribiendo.
Cuando se miran dentro
la mujer
y el hombre, y ambos
ven que, enamorados,
deciden tener hijos…
La métrica continúa por buen camino. Pero no, no, no puedo
decir “enamorados”. ¿Por qué no “enamoradas”? Si digo “mujer”, el adjetivo
concordante ha de ser “enamorada”, pero si digo “hombre”, “enamorado”; al ser
los dos juntos tendría que decir “enamorada y enamorado”. Pondré entonces:
Cuando se miran dentro
la mujer
y el hombre, y ambos
ven que, enamorada
y enamorado, deciden
tener hijos,
Peor. Adiós al endecasílabo tercero convertido ahora en
dodecasílabo, y adiós a la rima primera del cuarteto. Pero alguien puede
decirme además que al expresarme así también ando fomentando la discriminación,
puesto que puedo estar dando una tergiversada visión simplista heterosexual al
hacer solo referencia a hombre y mujer, dejando fuera a lesbianas, travestis,
transgéneros, homosexuales, poliamorosos, transexuales, bisexuales, asexuales…
y demás ales… ¿O es que acaso estos no tiene igual derecho a enamorarse y tener
hijos…? ¿He dicho “hijos”? ¿Qué es eso de decir “hijos”?
Otro lío. Pues si digo “hijos” pensarán que todos son
varones. Si digo “hijas”, que todas son hembras. Si digo “hijos e hijas”, o “hijas
e hijos”, aparte de otra reiteración, puedo discriminar a los que siendo niños
se sienten niñas, y a los que siendo niñas quieren ser niños… Y sobre todo
puedo herir a los que son hermafroditas, perdón, intersexuales, y a los que no
son ni una cosa ni otra ni la contraria, y a los que no saben lo que son y a
los que todavía no han decidido lo que ser… Y lo dejo porque solo estoy en el
tercer verso y me voy a volver loco y hasta verme en la cárcel por fomentar la
exclusión, la xenofobia y el odio.
Así que nada, a la mierda el soneto y a tomar por culo el
certamen.
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