martes, 2 de julio de 2019

SABIOTE EN EL DÍA GRANDE DE LAS ESPIGAS


Sabiote es un pueblo especial. Es uno de esos rincones únicos en donde nadie se siente ajeno. Un punto de encuentro lleno de belleza, historia y lealtades.

Pero Sabiote es, sobre todo, un espacio de convivencia. Sus habitantes son trabajadores, amables, serviciales, respetuosos… Uno de esos sitios que ha sabido conservar la unidad en la lucha por no verse destruido ni perder su idiosincrasia, la ayuda mutua, la colaboración para mejorar, la sencillez para ser más grande, el sentimiento hecho coraje para volar muy alto. 

Y más. Sabiote, pese a los vientos oscuros que buscan encenagar la vida de las familias, del bombardeo constante de la televisión basura, de la lluvia permanente de la mediocridad de los pensamientos y el frío abrasador de la incultura que no trae más que abono para la falsedad, el engaño, el desamor y la infelicidad…, es cristiano.

Todavía queda en sus gentes gran parte de la inmensa luz de la alegría de la fe desbordada a borbotones por el cáliz de la esperanza y, al fondo de todo, las semillas de la palabra viva del Evangelio heredadas por generaciones, de padres a hijos, como un valioso capital de respeto y de amor.

Por ello a nadie puede extrañarle que cuando suena la trompeta desde la torre del castillo de la autoridad para crear encajes que engrandezcan el pueblo, todos se vuelquen en la tarea común de hacerlos. Y ahí tenemos grandes cuadros donde han quedado reflejados los resultados. Ahí, por poner un ejemplo reciente, las Fiestas del Medievo; o más alejado en el tiempo: la Fiesta de las Espigas de hace veinticincos años. Fiesta que alumbró de tal manera en ofrenda de paz al Amor de los Amores que todavía perdura en el corazón de cuantos anduvimos en ella por ejemplar y bellísima.

Y lo que nos queda. Ahí tenemos también el esplendor de este día 6 de julio de 2019. Ahí tenemos a Sabiote encendido como un ascua brillando sobre la loma y los balcones que miran a los paisajes milenarios del Guadalquivir y del Guadalimar. Ahí queda este retablo adornado con tanta elegancia, finura y encanto que permanecerá imborrable en las páginas de oro de la Historia. Ahí tenemos a este cenáculo viviente, con lámparas de aceite encendidas. Ahí el altar en forma de sagrario infinito con mantel de entrega sin tiempo, para que sobre él venga Cristo a posarse en redondez de trigo y ser adorado porque nada más grande que Dios hecho Pan para no solo tenerlo cerca, palparlo y sentirlo…, sino comerlo.

Qué honor para Sabiote que Jesús, el Señor, lo haya elegido para, de manera especial, bajar de un salto de las alturas, consagrarse, convertirse en luna redonda de sol, pasear por sus calles, bendecir sus campos y no marcharse ya nunca porque se queda para siempre en lo más hondo del alma de todos cuantos lo han acompañado.  

Qué honor para los sabioteños ser testigos de este gran acontecimiento, de esta Vigilia Diocesana de Espigas con motivo del Centenario de su Adoración Nocturna. Qué honor para todos los adoradores presentes. Qué honor para la vida misma que se hace más noble y más sagrada. Y qué gran honor para mí que ante tanta grandeza me brotan estos versos salidos del fondo del corazón: 

                    Ir a Sabiote es andar
                    hacia tierra de los sueños.

                    Mas en cuanto harina y uva,
                    por milagro del misterio, 
                    se hacen cuerpo del Señor
                    sobre al altar de este pueblo,
                    se alcanza la eternidad:
                    que Sabiote ya es el cielo.

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