Y venga, adelante, a cargar con la mochila, a levantarse temprano, a sentir el aire frío de la mañana, a cruzar los arroyos cristalinos, a respirar el aire puro, a confundirse con el verde del paisaje, a saludar a todo el que se cruza contigo, “buen camino”. Venga, sin parar, con la mirada puesta en el horizonte y el alma en las torres que ya el monte del gozo te muestra nada más alcanzar su cima.
Y así un día y otro. Y hay lugar para conversar, para inspirarse, para mirar a las estrellas, para coleccionar experiencias personales, para arrepentirse, para prometer ser mejor, para comprobar lo pequeño que es uno, para dejar en algún lugar la piedra pesada del pasado, para saber que al final solo llegaremos a una tumba sobre la que un botafumeiro plateado y enorme danzará su apología de incienso con la mística intención de que se eleve el espíritu entre la blanca humareda sagrada y perfumada.
Yo acabo de hacer el camino de Santiago. Y he llegado después a Finisterre. Al kilómetro cero. Allí dejé mis zapatillas desgastadas y perdí la cruz de madera que colgaba en mi pecho. Allí se quedaron también mis ambiciones y vanidades. Ahora, ando descalzo y la cruz la llevo levantada en el calvario de mi alma, y desde ella pido a Dios perdón con la misma fuerza que perdono a quien me ha ofendido. Y miro con templanza el camino que me va quedando para llegar de nuevo a Santiago, a su plaza mayor, al obradoiro, al taller donde se pula definitivamente la piedra que me conforma para que el apóstol me lleve de su mano, definitivamente, a la presencia de quien, al fin y al cabo, más que buscarlo, nos busca. De ahí que una mañana de sol, me detuviera en el camino y escribiera con el viejo cayado que me acompañaba, en el pergamino sediento de la tierra, estos humildes versos:
Entre miles de pisadas, veo las que yo dejo.
Las demás van buscando, aun sin saberlo, a Dios.
Las mías son las de Dios buscándome a mí.
Y el camino de Santiago sigue ahí. Andándolo todos irremediablemente. Es solo que unos lo hacen a sabiendas y otros solo se darán cuenta de que lo han hecho cuando vean frente a ellos la asombrosa fachada de la eternidad.
Enhorabuena amigo Ramón, por haber realizado el Camino de Santiago, yo aún no lo he realizado.., te diré que cuando aún trabajaba en el IES los Cerros pude realizarlo con compañeros que si lo hicieron, perdí una ocasión de oro, ya quizás no lo haga nunca, aunque eso nunca se sabe..., te reitero mi felicitación...
ResponderEliminarAl llegar a la Plaza de Obradoiro, ese gozo espiritual si lo experimenté en un viaje que hice a Santiago y sentí el abrazo del Apóstol y el perfume del botafumeiro cuando lo lanzaban los hombres "tiraboleiros" de la Catedral...