martes, 14 de septiembre de 2021

ACTO DE ACCIÓN DE GRACIAS A LA VIRGEN DE GUADALUPE

Cuando a las ocho de la tarde del pasado día 8 de septiembre, Festividad de la Natividad de la Virgen María, se abrieron las puertas de la basílica menor de Santa María de los Reales Alcázares, y apareció la imagen de Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe, después de tantos meses de pandemia, entre los sones de tambores y trompetas de su banda, el sentimiento fue extraordinario. Nadie de los allí presentes, que llenábamos la plaza y los alrededores, dejó de sentir en su alma la emoción y la dicha de vivir un gran acontecimiento histórico. 

 

Se cumplían exactamente 640 años de su aparición junto al arroyo del Gavellar y, pese a tantas persecuciones, guerras, incendios, terremotos e incredulidades…, ahí estaba, ahí seguía estando, la pequeña imagen haciéndose luz en nuestra pupilas y brisa de amor en nuestro corazón. Ahí estaba la Patrona de Úbeda, la alcaldesa perpetua, la más chica y la más grande, la pastorcilla de Santa Eulalia, la reina de los cerros y de los cielos, la Madre de Dios, la Santísima Virgen de Guadalupe caminando hacia nosotros, como un sueño que enamora, como un abrazo que conforta, protege y nos cuida. 

Durante muchos siglos ella ha sido testigo de la fe de nuestros mayores. Ha significado su consuelo. A ella han acudido generaciones enteras en busca de fortaleza, de protección, de amparo…, de salud. En todas las desgracias y calamidades ha sido implorada. En todas las epidemias ha sido fuente de esperanza. En todas las angustias y naufragios ha sido tabla de salvación.  

 

Hasta que llegó al centro de la plaza y se situó cerca de los dos leones de piedra que la custodiaban frente a la emblemática portada del palacio de Vázquez de Molina. La Asociación Musical Ubetense le dedicaba sus mejores sones. Desde el estrado, situado a su izquierda, presentó el acto de acción de gracias uno de sus horquilleros, Alfonso Miranda. Desde ahí recibieron diplomas de reconocimiento por su ejemplar labor durante los peores momentos de la pandemia, diversas personalidades en representación de colectivos: sanitarios, fuerzas y cuerpos de seguridad, Unión de Cofradía, Cáritas, Municipio… También hablaron desde la plataforma, el Hermano Mayor de la Real Archicofradía y la señora Alcaldesa de la ciudad. Pero el privilegio de dirigirse a ella, en nombre de todo el pueblo de Úbeda, para agradecerle los muchos favores recibidos y decirle lo que ella significa y cuánto supone para todos nosotros, fui yo. 

 

Y lo hice con todo el amor y toda la humildad posible, porque desde el primer momento supe que nadie me había elegido para hacerlo sino ella. Son muchos los ubetenses, hombres y mujeres, los que podían haberle agradecido públicamente a Nuestra Madre los infinitos favores recibidos y los numerosos milagros regalados… Pero alguien inspiró a Miguel, presidente, y me llamó… Y yo acepté, porque solo ella, mi Virgen que llevo en el alma, y yo, sabemos las razones y los motivos. 

 

Y ya, finalizado el acto de acción de gracias, fue la imagen trasladada, bajo el protocolo Covid19, al templo de San Pablo. Al pasar por la puerta principal sonaron de nuevo los toques de su banda; y el entrar al interior del recinto sagrado por la puerta de los Carpinteros, la banda de música, con el himno a Úbeda, la despidió.

 

Y ahí ha quedado la Virgen de Guadalupe, Madre de Cristo, cuyo Hijo nos muestra, invitándonos a seguirlo y hacer lo que Él nos diga. Ahí ha quedado, serena y luminosa, como un faro prodigioso para seguir alumbrándonos en las noches de tormenta y en los días azules, como un sagrario místico ofreciéndonos el alimento eterno, como una lumbre para nunca perdernos ni congelarnos de frío. 

 

Ahí ha quedado, sencilla, cercana, haciéndose chiquitilla para que Úbeda sea grande. 

 

Ahí ha quedado, pequeña, para poder sembrarse como semilla de mostaza en el corazón de los ubetenses y florecer cual árbol inmenso donde vengan a anidar todas las aves del mundo. 

 

Gracias, Virgen de Guadalupe, y no dejes de rogar por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. 

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