miércoles, 10 de enero de 2024

¡MADRE, LO QUE HACEN LAS MONEDAS!

Es que uno no levanta cabeza cada vez que mira por la ventana a ver el sol. Un sol que alumbra día a día con menos brillo, con más niebla en su centro, con menos esplendor en sus rayos. 

Tampoco ayuda quedarse en casa, encerrado en la oscuridad de la habitación, porque nada te distrae ni te saca de la umbría. La prensa es un amasijo de noticias a ver cuál más sensacionalista para invitarte a ser leída. La radio una monotonía interesada y partidista. La televisión, cada vez más un estercolero, donde los anuncios imponen sus gritos y las películas de las últimas décadas son pésimas, hechas por directores y productores subvencionados y actores tan ridículos que no saben pronunciar, hablando para ellos, creyéndose naturales, cuando son tan solo muñecos salidos de las academias dónde lo primero que les deben enseñar es a tener claridad en la palabra y sencillez en la expresión para nunca sobreactuar por defecto. Una tele que es madre y maestra, la que nos dice qué vestir, qué comer, qué pensar, cómo vivir, quién es el bueno y quién es el malo. 

 

La que nos aclara, además, una y otra vez, hasta el hastío, que las puertas de las cárceles están abiertas a los que no entren por el carril del progresismo. Que la mujer es sagrada, siempre dice la verdad, tiene prioridad, nunca es la mala de la película. Que ser homosexual es guay, y abre puertas. Que tirarte al que o a la que te cruzas por la barra del bar de copas es lo suyo. Que ni un mínimo mal pensamiento para los que constituyen el grupo LGTBI… Que la democracia es lo sublime. Que la Iglesia es una ensaimada de alcanfor y los llamados cristianos unos ridículos anticuados, casposos y retrógrados. Que fuera ya de una vez la fe de nuestras vidas infinitas. Y se ridiculiza lo sagrado, y se quema la Biblia, y se arrancan las cruces. 

 

Y de golpe, el espectáculo que nos tiene entretenidos, lo más importante de lo menos importante, dicen los filósofos de la postmodernidad, la Supercopa entre los cuatro equipos españoles de fútbol que han hecho méritos para ello, cuales son haber sido campeón y subcampeón tanto de liga como de copa. Y, ¡hala!, a jugarla un año más en Arabia Saudí. 

 

Sí, en Arabia, porque es allí el espejo donde mirarnos los pobres occidentales. El país más democrático del universo, el que más considera a la mujer, el que más protege a los homosexuales, el más abierto a las relaciones sexuales de las personas, el que más disfruta de un buen vino, o un cubata, el que come los mejores embutidos ibéricos y el mejor jamón de bellota del mundo… Y sobre todo, el que más respeta nuestras costumbres, formas y maneras de aquí. Y más consideración tiene además a los que creen en otra cosa que no sea Alá. ¡Una maravilla! 

 

Y los clubes que van a jugar allí, sobre todo el catalán, el Barça de mis amores de niño, ya han dado instrucciones para que sus seguidores sepan comportarse mientras están en esas tierras paradisiacas, emergidas en un mar de petróleo que alucinas. 

 

Y todos los borregos, a obedecer, todo sea por ganar la copa, aunque se pierda el honor y la honra por la lluvia de petrodólares que pueden caer en el páramo de sus bolsas vacías. 

 

Y ni mú. Que os la jugáis. De democracia ni una palabra, que es cuchillo que raja. A las mujeres dejadlas en paz en sus harenes, que así son felices y más si llevan el velo o el burka. De gays nada de nada que no existen, y como a alguno se le ocurra existir, a la cima de la grúa colgado. A tu mujer ni un beso en la grada, que la compostura puritana e hipócrita se impone. Tampoco eso de llevar una cerveza y un bocata de jabugo en la mochila para el descanso, que te puedes atragantar y hasta acabar entre rejas. Y reverencias a Alá por todos lados, ni una sonrisa al pronunciar la palabra que te puede costar la vida. Y nada de preguntar dónde hay una iglesia para pedir por tu equipo, que es jugártela a la ruleta rusa. Y menos mostrar una cruz, por lo que si llevas alguna colgada del cuello, escóndetela bien dentro de la camisa. Vamos, que si el escudo del Barça tiene la cruz de San Jorge, desde su fundación, hace 125 años, se le quita el travesaño horizontal y ya cuantos la vean pueden creer que se trata de la roca vertical sobre la que Mahoma ascendió a los cielos. Y si el escudo es el del Real Madrid, pues se le arranca entera de su majestad corona, como quien no quiere la cosa. Y todos felices.

¡Madre, lo que hacen las monedas! Y luego dicen que el dinero no da la felicidad. Y hasta puede que sea así, pero lo que sí da es poder para convertirte en un guiñapo de goma tirado por la arena y te tragues, junto al polvo arenoso de Arabia, tus creencias y valores. 

 

Mas cuando ellos vengan aquí, a tragar también, abriéndoles muchas mezquitas y tratándolos con sumo respeto y consideración, para que aprendan y acaben prendiéndonos. Y yo de acuerdo en todo, que no quiero que me llamen xenófobo. Lo que me faltaba.

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