El pasado lunes, 28 de julio, en el palacio Marqués de Mancera, compareció el concejal de Patrimonio Mundial e Innovación del Excmo. Ayuntamiento de Úbeda, don José Miguel Gómez Salas, para anunciar la propuesta de cambio de los espacios hasta ahora asignados a honrar la memoria de los artistas Antonio Espadas Salido y Marcelo Góngora Ramos, tras no ser considerados por una gran mayoría de los ciudadanos como suficientemente dignos. Expresó la propuesta de modificar la nomenclatura urbana de la ciudad pasando a denominarse la ahora calle “Santo Cristo”, “Pintor Antonio Espadas Salido” y la calle “Alta del Salvador”, “Pintor Marcelo Góngora”, ambas relacionadas con sus vidas. Estas modificaciones serán presentadas en el mes de septiembre a la Comisión de Cultura y Patrimonio para su consideración, pasando a continuación al pleno municipal para su votación y aprobación definitiva.
Dicha así la noticia parecería que la cosa ha sido fácil. Sin embargo, para los que hemos seguido los pasos desde el comienzo de la propuesta de homenajear a estos dos ilustres ubetenses poniéndoles sus nombres a algunas de nuestras calles para recuerdo de generaciones posteriores, bien sabemos que ha costado sudor y lágrimas, en cuanto ha sido necesaria una constancia férrea, incansable y llena de arrojo, de otro ubetense valiente hasta el extremo, Miguel Ángel Santisteban, que, haciendo uso de su libertad de expresión en democracia y apoyado en su claro sentido de lo que es participación ciudadana, comprometido con su pueblo, con su lanza de letras y palabras en ristre, no ha cesado de pelear, así, a las claras, de frente, por derecho, sin ambigüedades, contra todos los molinos de viento y gigantes municipales y demás correligionarios que les han salido al paso hasta derrotarlos por completo.
Porque hacer que se cambien los nombres de dos calles míticas de Úbeda, cuales son Santo Cristo y Alta del Salvador, tan antiguas y arraigadas, para ponerles los nombres de dos personalidades recientes, supone una derrota sin apelativos para quienes en un principio creyeron que el quijote “cabezahierro” y muchos sanchopanzas “piesdebarro” firmantes se conformarían y se darían por satisfechos ante el hecho de asignarle a uno de los artistas un parquecito perdido más allá de la frontera y al otro un pequeño espacio en el extremo de una avenida que no es ni espacio.
No pocos desistieron en el envite y tiraron la toalla. Incluso algunos de los más allegados. Pero él no. Miguel Ángel no se vino abajo, no se amilanó, no arrojó la lanza ni el escudo… y ha vencido. Pero en verdad quien ha vencido ha sido la democracia, la grandeza de que un ciudadano, secundado por miles de firmas de otros ciudadanos, es capaz de cambiar el curso de la historia y lograr que se haga justicia. La alcaldesa, como política inteligente que es, ha sido consciente del hecho y ha aprendido rectificando, algo que le honra y la engrandece, porque una vez más se demuestra que rectificar es de sabios. No obstante, démosle un poco de tiempo al tiempo no sea que surjan nuevos inconvenientes no descartables.
Yo, por lo pronto, me alegro de que mis amigos íntimos, Antonio Espadas y Marcelo Góngora, tengan, por fin, unas calles dignísimas en su pueblo. Me alegro hasta el llanto emocionado, infinitamente. Y doy gracias a Dios por ello. Pero de lo que más me alegro es de que un hombre salido del pueblo llano, que no se casa con nadie, capaz de cantar las cuarenta a quien se presente, amante de la poesía clásica, trovador libre, enamorado del arte y de su pueblo siempre añorado, nos haya dado a todos –manteniéndose firme en este empeño– una lección de coraje y grandeza de corazón.
Úbeda, con ubetenses así, no dejará nunca de ser grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario