Qué hermoso es este mes de febrero con sus almendros en
flor. Mes al que llaman, desde muy antiguo, loco. Y cuando lo llaman loco será
por algo. Y no creo yo que sea sólo por la variabilidad del tiempo... No, no.
No es sólo por eso. Qué va. Febrero es loco porque algo pasa en este mes que
nos descentra. En febrero: el Carnaval, que ya hay que estar majaretas para
disfrazarse más de lo que nos disfrazamos diariamente.
En febrero el Miércoles de Ceniza, y
las iglesias, que aparecen casi vacías los domingos y fiestas de guardar, se
llenan porque hay que recibir la ceniza para que no olvidemos lo que olvidamos
nada más salir a la calle camino del bar: que polvo somos y en polvo nos hemos
de convertir. Religión la nuestra más cerca de la superstición, los ritos y los
folclores que del verdadero compromiso de creer de corazón y darse a los demás.
En febrero también la locura de los corruptos, que pierden la cabeza hasta el
punto de echarse basura unos a otros, volviendo de paso más locos a los jueces
que ya se caen al suelo de mareados. Locos como Bárcenas, con decenas de
millones de euros en el banco y esquiando en Canadá, y para más recochineo el
otro día nos hace la peineta a su llegada a Barajas. En febrero también más de
Urdangarín y, lo que faltaba, más de la Infanta , del Rey y de Corina. ¡Dios bendito! Y en
febrero, los premios Goya, enjambre de locos, porque locos hay que estar para
que unos señores y señoras, lujosamente vestidos por marcas carísimas, que
viven como marqueses, pernoctan en hoteles de cinco estrellas, comen en
restaurantes de siete tenedores..., a costa de subvenciones estatales, salgan a
darnos lecciones demagógicas de izquierdismo. Y en febrero, por si faltaba
algo, la celebración del Día de los Enamorados, que hay que estar, además de un
poco tontos, idos del todo para caer en la trampa que han inventado los grandes
almacenes.
Muchas cosas pasan en el loco febrero,
ya ven. De ahí que no sea extraño que hasta el Papa Benedicto XVI, loco
también, dicho sea con el mayor respeto y consideración, presentara, casi por
primera vez en la Historia
de la Iglesia ,
la renuncia al cargo. Y locos los católicos, porque no cesan de alabar esta
decisión. Una decisión valiente, ejemplar, extraordinaria..., dicen. ¿Pero no
quedamos hace pocos años, cuando el bendito de Juan Pablo II no podía más y lo
veíamos lleno de achaques, cayéndose de anciano, con parkinson, que ése era el
camino, que había que aguantar clavado a la cruz del dolor y la imposibilidad
sin bajarse, hasta la muerte; que ése era el testimonio ejemplar de un
verdadero seguidor de Cristo? Ya vemos como febrero, en su locura, es amplio en
su gama de colores y en sus contrastes, y es que todo, una vez más se
demuestra, depende del color del cristal con que se mira.
Y en Úbeda
también la locura de febrerillo actuando. Y locos han de estar unos padres para
agujerear a los hijos con cigarrillos. Y locos los que roban galgos y nos roban
hasta el alma. Y locos los que cobran por entrar en Santa María, nuestro mayor
templo, después de haber sido restaurado totalmente con dinero público, y
locos-pillos los que se aprovechan de ello para el negocio turístico, y locos
los que dicen de no cobrar ni un céntimo, porque los idealistas, los soñadores,
los cristianos de catacumba y los ateos no están bien de la cabeza... Y locos
los de Izquierda Unida por creer que encerrándose va a dimitir el alcalde,
cuando aquí no dimite ningún político así lo pillen con los sobres en la mano.
Locos todos. Y yo el primero, que iba a escribir de lo hermosas que están las
flores de almendro en este mes, y he acabado resbalando en el cieno. ¡Qué
locura! Lo siento.
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