miércoles, 18 de noviembre de 2020

PALMEROS Y PALMERAS

A mí lo que más gracia me hace de la política española son los palmeros y palmeras. Esas personas adornos, floreros, muñecos de guiñol, perrillos y calienta sillas que vemos en los mítines, por las calles cuando llega alguno de los líderes del partido al pueblo y pululando por las Cortes y el Senado.

Qué elementos y elementas. Los ponen ahí, en tiempo de elecciones, detrás del cabecilla de turno que va a hablar en el escenario, como decorado, para que cada vez que el mitinero eleve la voz salten en aplausos enfervorecidos. De esta manera saldrán en la tele y ellos pasearan después por el barrio de su aldea con gran orgullo y satisfacción.

También los podemos ver en las ciudades y pueblos cuando aterriza en ellos algún jefecillo del partido. Detrás de él, como perrillos falderos, riéndole las gracias, poniendo cara de interesados a ver qué dice y aplaudiéndole ante cualquier ocurrencia.

De igual modo son esos y esas que andan calentando sillones en el Congreso y el Senado. Sin más misión que batir las palmas de las manos, cada dos por tres, dedicándole, diga lo que diga, el sonoro ruido a quien suba al estrado y hable en nombre del partido. Y luego, al final, ponerse en pie y aplaudir con mucha mayor vehemencia. Y si se trata del amado líder, no digamos, la intensidad ha de llegar hasta el límite, y no parar pese a que este haga, de manera reiterada, con ademanes de falsa humildad, gestos solicitando que cesen y se sienten. Lo tienen hasta ensayado.

Qué gran oficio ser palmero y palmera. De ser decorado de escenario puedes pasar a ser concejal de tu pueblo. De ser perrillo faldero puedes llegar a sentarte en algún sillón. Y de ser diputado y senador hasta puedes aspirar a ser ministro, que hoy ya no hace falta mucho más allá de saber medio leer y escribir y las cuatro reglas para que te nombren.

Y claro, de paso hay que perder la dignidad, tirar por el suelo la coherencia y echar más cara que el cemento armado. Porque hay que tener todo esto para ser palmero decorado, o perrillo faldero o calienta bancos en el Congreso y Senado. Hay que tener de todo eso para escuchar que es blanco, y aplaudir. Y a continuación escuchar que es negro, y aplaudir también. Ya pasó con Adolfo Suárez cuando decía aquello de: “Puedo prometer y prometo”, y lo aplaudían como a un dios. Para, poco después, al decir: “De lo prometido la mitad de la mitad”, aplaudirlo de igual modo. Y con Felipe González. ¿Recuerdan?: “OTAN no”. Y grandes aplausos. Para después: “OTAN sí”. Y más aplausos todavía. Y con Aznar: “En Irak hay armas de destrucción masiva”. Muchos aplausos. “En Irak nos habían dicho que había armas de destrucción masiva.” Aún más aplausos.  Y con Zapatero: “Jugamos en la Champions League de la economía”. Arden los hemiciclos. “Se ven brotes verdes”. Explosionan. Y con Rajoy: “No subiremos los impuestos”. Aplausos enfervorecidos. “Los subimos.” Más aplausos enfervorecidos. 

Y, cómo no, con Sánchez… Bueno, del señor Sánchez (dejando aparte la oposición que también tiene tela) no se puede decir nada en concreto porque todo son aplausos sin ton ni son, indecentes, ridículos, que dan vergüenza ajena. Toda una pura contradicción aplaudida más que nunca, y con toda la cara de los carotas, tanto por el derecho como por el revés. Y es que los palmeros y palmeras de hoy ya han perdido hasta la más mínima decencia y amor propio. “No pactaremos con los separatistas ni con los etarras… ni con el señor Iglesias porque no podría ni dormir.” Locura de aplausos. “Pactamos hasta con el demonio.” Orgía de aplausos. “En Cataluña ha habido rebelión.” Más aplausos. “En Cataluña ha habido sedición.” Infinidad de aplausos. “En Cataluña no ha habido más que una revuelta de amigos soñadores…” Extenuación de aplausos. “La Justicia ha de ser independiente del Poder Ejecutivo.” Las palmas echan humo. “La Fiscalía depende del Gobierno y nombro Fiscal General a una ministra.” El humo echa palmas. “La libertad de expresión es un derecho sagrado”. La ovación es extraordinaria. “Hemos creado un comité de la verdad para establecer qué es y qué no es desinformación y limitar falsedades en los distintos medios de comunicación.” La ovación ahora pone los pelos de punta hasta en los leones de piedra que custodian las Cortes. “La Covid es una gripecilla, no hacen falta mascarillas, vayamos al 8-M que nos va la vida, hemos salido más fuertes todavía, los muertos los escondo en las alcantarillas, y más y más y más rimas…” Y aplausos de locura… ¡Qué maravilla! "El que mienta lo más mínimo tendrá que dimitir." Arden los dedos y la conciencia. “Aquí no dimite ni Echenique, así lo condenen en veinte juicios y menos yo que he falseado mi currículum y he copiado una tesis doctoral hasta en los puntos y coma, y no he dicho una verdad en mi vida…”

¡Madre mía! Aquí ya es que se vuelven todos idiotas aplaudiendo mientras cantan cogidos por la cintura: “Asturias patria querida, Asturias de mis amores…” Para acabar diciendo, cuando se van para la casa, por lo bajini, con los bolsillos repletos de billetes y monedas, eso de: “Bueno, tú dame pan y dime tonto”.

Vivan pues los palmeros, pese a que no den fruto alguno. Pero vivan más las palmeras que, por lo menos, dan dátiles.  

 


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