Está todo tan embarrado, acelerado y desquiciado que hasta el tiempo ha perdido su sentido.
Salgo a la calle a mediados de octubre y me salen al paso por varios sitios instándome a comprar mantecados.
-¿Mantecados? ¿Pero cómo se pueden comprar mantecados en pleno mes de octubre?
-Claro que sí, como que ahora es cuando más gustan.
-Pues a mí me parece absurdo. A mí me gusta comer mantecados y polvorones en Navidad, junto al calor del hogar, con la familia y los amigos. Y me niego a llegar a esas fechas ya ahíto.
-Tú es que eres muy raro. Estás loco, tío.
Lo que me faltaba, después de llevar colgadas no sé cuántas etiquetas al cuello, me encasquetan ahora también las de raro y loco.
Raro y loco por optar comer mantecados en Navidad y no en octubre. Por querer disfrutar de las estaciones del año con sus peculiaridades, condicionamientos y fiestas. Por ser de los que prefieren un suculento cocido en invierno y no en verano. O un helado en julio antes que en noviembre. O un puñado de castañas asadas en otoño en lugar de en primavera…
A mi me gusta, porque así lo he vivido desde niño, que cada ciclo temporal y festivo se conmemore y celebre en su momento. Soy partidario de que la Navidad se viva entre diciembre y enero. Que el Carnaval sea en febrero y la Semana Santa a comienzos de la primavera. Las romerías después del domingo de Resurrección. El Corpus a los 60 días tras la Pascua. La feria de Úbeda en septiembre. Y todos los Santos en Noviembre…, con sus huesos de santo, sus buñuelos de viento y sus gachas. Y las hogueras de San Antón en San Antón y la noche de San Juan en San Juan y no en San Cirilo de Jerusalén. Y disfrutar de la diferente gastronomía que históricamente ha venido dándose dentro de cada momento en concreto.
Pero no, ahora andamos fuera de tiempo, en puro anacronismo, tan puestos en revoluciones que hay un afán desmedido por adelantarnos y variar y cambiar los acontecimientos, cegados por intereses comerciales, ansias enfermizas, pretensiones de llamar la atención y urgencia de innovaciones sin sentido.
Pues nada, a seguir innovando y adelantando el tiempo. Y así, los villancicos se cantarán en octubre, las procesiones saldrán en diciembre y nos iremos a la playa en abril… Y si no, que cada cual celebre las fiestas tradicionales e históricas cuando les salga de las narices. Y olé por los de Cádiz, que van a celebrar el Carnaval en junio, cuando los comparsistas, chirigoteros y demás disfrazados se derritan en sudor bajo las máscaras y estén a punto de estallar por culpa de los cuaresmales hornazos, torrijas y borrachuelos que, fieles a la costumbre, se deberán zampar con sus correspondientes licores, mientras los demás, si no nos da por imitarlos, andaremos abanicándonos sentados en las terrazas bebiendo cerveza fresquita… Aunque lo mismo, por eso de seguir adelantándonos, podemos estar celebrando Halloween, que es algo parecido para más tétrico. ¡Madre mía, qué lío!
Y luego van y dicen que el raro y el loco soy yo.
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