En ningún país serio puede suceder lo que en España. Eso de que en Cataluña los separatistas hagan lo que les dé la gana con la connivencia del gobierno de la nación, que no solo busca mirar para otro lado, sino que se conchaba en alianzas, subvencionando además sus caprichos con grandes cantidades y dádivas, es de tal indignidad que apabulla. Y todo para no enfrentarse nuestros gobernantes socialistas-comunistas a quienes, acomodados en la esquina noreste, solo intentan destruir a los que no piensan como ellos. Socialistas-comunistas que pretenden, a cambio de tanta rendición, y en contraprestación, ser apoyados por estos contumaces para poder gozar el máximo tiempo posible del poder. Y después, el que venga detrás que arree.
Y no
escarmentamos. Los catalanes independentistas con mando en plaza ya han ido
minando la convivencia desde hace décadas. Ya han creado un clima irrespirable
que oprime y humilla. Ya han logrado que muchos españoles los desprecien. Y
poco les importa si ciudades y pueblos suyos, antaño acogedores, modernos y luminosos,
sean ahora ariscos, cutres y grises. Y hasta el Fútbol Club Barcelona, años
atrás siembra de seguidores deslumbrados por unos colores emanados de una
ciudad a la altura de las mejores de Europa y símbolo de vanguardia y progreso,
es hoy una ruina sosteniendo un estadio politizado que se cae de vejez,
desunión y tristeza.
Y no
paran. No hay manera de que un niño estudie ahí en español. Ni la mitad de las
clases, ni el veinticinco por ciento, como mandan todos los tribunales de
justicia habidos y por haber, ni un solo segundo siquiera. Vamos, ni en los
patios de recreo. Ni en las guarderías. Sus cojones. ¿Se habrá visto mayor
fascismo, totalitarismo y aldeanismo? ¿Se habrá visto mayor dejadez y
permisividad? ¿Se habrá visto más alta traición? Y digo yo, si ellos se pasan
las sentencias judiciales por el arco del triunfo, ¿por qué los demás hemos de acatarlas?
Me niego. Pero si me niego, ya verán dónde voy.
Y el
colmo, ahora ya no solo es que se den las clases y los recreos en catalán, es
que se tergiversa abiertamente la Historia, se manipula, se cambia, se
convierte en falacia, se usa para adoctrinar, para enfrentar, para lavar
cerebros, para crear fanáticos. ¡Qué terrible! ¡Qué horror!
Y no hay
manera de impedirlo. Hasta el consejero de Educación de la Generalidad sale en
los medios de comunicación jactándose de no obedecer a la Justicia y de que la
Historia sirva a la causa para poder salir cuanto antes de la tremenda opresión
española.
Y aquí
habría que plantarse y tomar decisiones valientes antes de seguir degradándonos
todos y acabar sin ninguna decencia ni honra. Una, aunque muy difícil de llevar
a cabo, por razones obvias, podría ser la de concederles la independencia sin
más concesiones económicas, ni más mercadeo, ni más mercedes, levantando
fronteras. Que ellos aceptarían encantados sabiendo que la robustez de los
límites duraría un simple soplo de reloj. Al fin y al cabo, somos hermanos,
¿no?, hemos convivido muchos siglos juntos, ¿no?, hemos de ser solidarios, ¿no?
Venga, hombre, pelillos a la mar. Y otra, la de dar un golpe en la mesa y decir
basta. Y cumplir y hacer cumplir las leyes y la Justicia. Y no dar pábulo a los
golpistas, ni agua. Y no porque piensen diferente a la mayoría de los
españoles, sino por no cumplir la Constitución y andar saltándosela a su
antojo. Si quieren independencia que empleen los cauces legales en ella misma
marcados. Y si así lo consiguen, nada hay que decir al respecto, tan solo
felicitarles.
¿Pero este
cascabel quién se lo pone al gato? ¿Quién se pone aquí serio? Nuestro
presidente actual no lo hará. Él se oculta entre la maleza y las rocas como hacen
las lagartijas. Y los mima y los sobrelleva y los riega y hasta se enorgullece
de su pacto, ese pacto que juró una y otra vez no lo haría por nada del mundo, ni
con estos ni con los otros, morados y herederos de manos manchadas de sangre, mintiendo
con descaro y engañándonos a todos miserablemente, al tiempo que nos ahoga la
crisis económica, la devastadora inflación, el desorbitado gasto, el aborto (hasta
de menores sin permiso paterno-materno), el paro, los impuestos, la mala
gestión de exteriores… y la obtusa y constante publicidad vomitiva.
Y luego
vienen algunos, entre ellos ciertos políticos de mi pueblo, y dicen no entender
cómo el PSOE pierde las elecciones en Andalucía de forma tan abrumadora, aparte
de perderlas en otras comunidades. Ciegos, que estáis ciegos. Y más que vais a
perder de seguir inmutables bajo las directrices del señor Sánchez, incluso,
como os descuidéis un poco, y por más logros que hayáis conseguido, las
municipales, que ya es decir. Porque la mentira es una negra sombra que por más
que quiera aparentar luz siempre acaba trayendo y envolviéndolo todo en
oscuridad. Algunos lo llaman karma. Pues eso.
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