lunes, 5 de mayo de 2025

TENEMOS CÓNCLAVE


Tras la muerte del papa Francisco, hay que elegir al nuevo sucesor para ocupar la silla de Pedro. Los cardenales que han de votar, tras varias reuniones previas para conocerse mejor entre ellos y exponer la situación de la Iglesia de nuestros días, se encerrarán sin móviles y sin internet en la capilla Sixtina del Vaticano para proceder a la votación que será secreta. 

Se realizarán cuatro votaciones por día, dos por la mañana y dos por la tarde, y el cardenal que obtenga los dos tercios será el nuevo Papa, que, de aceptar el cargo, hará público el nombre con el que gobernar la barca de la Iglesia.

 

Cualquier bautizado varón católico puede ser elegido Papa, pero es obvio que esto jamás se da en la práctica. 

 

Y todo está ya a punto. El próximo día 7 comenzará el encierro y no concluirá hasta que la fumata sea blanca, por lo que lo más seguro es que cuando se publique una nueva entrada en este blog tengamos ya un nuevo Papa.  

 

Pero no andan los tiempos como para desear el cargo. Creo que son pocos los cardenales que lo ambicionan. La sociedad presente, desde la prensa, los medios de comunicación, las redes sociales, la inteligencia artificial, la polarización, el relativismo, el anticlericalismo, el egoísmo, el individualismo, el materialismo reinantes…, más los políticos tan desquiciados que nos han tocado, gobernantes tan indignos como Daniel Ortega, junto a y su “bellísima” esposa y copresidenta Rosario Murillo, o el desquiciado Maduro, o el cínico Putin, o el payaso soberbio y arrogante de Trump, o el excéntrico rey Rama X, o el castrista Díaz-Canel, o el imprevisible Xi Jinping, o el carcelero Kim Jong-un…, así como las guerras en Gaza, en Ucrania y en otros muchos lugares del mundo…, hacen que el panorama presente sea muy poco agradable. 

Pero después de todo, esto no es lo más grave, el gran problema es la doctrina católica en sí misma. De ahí que se hable de si el Papa a elegir ha de ser progresista o conservador. Mas sea una cosa o la otra, apañados estamos, pues si es lo primero, hasta puede sobrevenirle un cisma, ya que los de la otra parte lo tacharán claramente de hereje. Y si es lo segundo, le caerá encima la de Dios por carca, retrogrado y anticuado…, saboreando la amargura de verse insultado y condecorado con manifestaciones de pancarta que tanto gustan hacer a las izquierdas cuando no están en el poder.   

 

Y lo peor de todo esto es que el nuevo Papa ha de responder a los grandes dilemas morales que presenta la sociedad de hoy. No vale seguir escondiendo la cabeza debajo del caparazón como hacen las tortugas cuando las tocas. Y le preguntarán nada más vestir el blanco papal, acerca del aborto, de la eutanasia, de la homosexualidad, de los trans, de los divorciados vueltos a casar, de la misa, de la liturgia, de los anticonceptivos, del Vaticano II, del celibato, de la ordenación de mujeres, de la unión de parejas sin casarse, de las relaciones sexuales consentidas, del abuso sexual infantil, de la riqueza eclesiástica, de los dogmas, del demonio, del infierno, de la emigración ilegal, de la verdadera religión, del ecumenismo, del avance del Islam, de la pérdida de fe, de las disputas atroces e irreconciliables dentro de los mismos católicos, de la falta de coherencia en los que dicen ser creyentes, de las tradiciones, de las políticas, del comunismo, del socialismo, del capitalismo, del ecologismo… Respuestas que son filo de la navaja, pues no podrá contentar a todos y se ganará innumerables enemistades. 

 

¿Quién querrá ser Papa ante esto? Un Papa que, de no entrar por el aro de lo políticamente correcto, no solo va a ser descalificado, menospreciado y vilipendiado por una gran mayoría, sino que hasta puede ser llevado ante los tribunales por discriminador, homófobo, machista, racista y generador de odio.

 

Menuda papeleta. Menudo trabajo tiene el Espíritu Santo. Menuda responsabilidad la de los ciento treinta y tres cardenales, llegados de más de setenta países, a la hora de votar.  

 

Lo único bueno es que sea quien sea el nuevo Papa, número 267, es que será un santo, porque solo un santo puede aceptar cargar en el presente con una cruz tan difícil como pesada de llevar.

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