Ahora que están cerca las elecciones municipales, no hay
persona que, al encontrarme con ella y entablar una conversación, no me diga
que es una pena lo que sucede en Úbeda a nivel político.
¿Has visto, me
dijo ayer un viejo conocido, quiénes van
en ciertas listas de los partidos que se presentan a las municipales? ¡Qué tremendo!
¿Tú crees que esto se puede consentir? Pero si hay hasta trépalas y morosos. Y esto
no es un parecer, es sentencia judicial.
¡Qué vergüenza! En qué
manos está Úbeda. Y va de mal en peor. ¡Qué mala suerte hemos tenido una y otra
vez…! Insistía mi interlocutor. Y yo no podía quitarle la razón. Demasiados
enfrentamientos a lo largo de las legislaturas, judicializaciones, conflictos
sociales, impuestos abusivos, derroches, amiguismos, zancadillas, plenos
denigrantes, endiosamientos personales, enclaustramientos en despachos con
vigilancias pretorianas… Pero me lo puso a huevo. Mi viejo conocido, con dos
titulaciones universitarias, doctorado cum laude, de vasta cultura y conocedor
del mundo por sus muchos viajes…, no era el más legitimado para hacer tal
comentario, porque la respuesta a tanto desaguisado la tenía en sus manos.
“Preséntate tú.” Le solté a bocajarro. “Da el paso. No digas hay que hacer.
Hazlo.” Se quedó como petrificado, pensativo. A continuación me respondió: No es fácil que los partidos políticos
consolidados te dejen entrar. Los que ya están arriba no quieren hombres y
mujeres de altura, sino personas dóciles que no les puedan hacer sombra.
Además, en mi caso, reconozco que no valgo como político. Para ello tienes que
tener también mucho aguante y cara dura, y hacer que los problemas no te
derrumben ni te afecten.
Le interrumpí. “Luego ser concejal o alcalde no es fácil,
¿verdad?” No, no es fácil. Me
respondió un poco más calmado. Pues vaya entonces nuestro respeto y
consideración para quienes desde la verdadera honestidad de conciencia dan el
paso de someterse al peso de las urnas. Después…, después lo que hace falta es
que otras muchas personas, preparadas, formadas, cultas, inteligentes y
honestas, con valores, que las hay, dejen sus escondites y sus trincheras
críticas y salgan al ruedo de la entrega y el compromiso. Personas capaces de
tener proyectos serios, sin demagogias, que muestren personalidad, sean íntegros,
justos y honrados, lejos de cualquier corruptela. Capaces de preocuparse de
corazón por sus vecinos, sean de la ideología que sean. Así como lo
suficientemente sabios como para comprender que llegar al poder no es un premio
ni un endiosamiento ni un brillo para más resplandecer y todos me veneren, sino
un hermoso servicio al pueblo y a sus gentes. De esto modo, los otros, los
listos, los pillos y los vivales, los que no saben ni expresarse y dan
vergüenza ajena, y sólo buscan medrar y vivir a costa de los demás, que también
los hay, y son conocidos por todos, no tendrán más remedio que desaparecer… Y
así Úbeda dejará de ser, políticamente, lo que es, eso que todos dicen: “Una ciudad con mala suerte.”
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