miércoles, 6 de enero de 2016

JULIÁN MORENO JIMÉNEZ: EL SEMBRADOR AGARRADO A LA TÚNICA DE JESÚS DE NAZARET

Cuando en la tarde lluviosa del día 5 de enero entré en “Cruz de guía”, que dirige y mantiene con gran destreza Eugenio Santa Bárbara, me encontré con el titular: “Fallece el cofrade y filántropo Julián Moreno”. Y dentro de la noticia, varias fotos de este hombre ejemplar que pasó por la vida haciendo el bien.

Sentí tristeza, pero distinta a la que duele, de esas que tienen un aroma de gozo brotando de su hondura. Un gozo delicado y profundo, de misteriosa felicidad. No hace mucho estuve con él. Fue en el templo de San Isidoro. Y, como siempre, tan cariñoso y amable, me preguntó por mis hijos y, en especial, por José Ramón, a quien tanto quería, porque ambos, entre otras razones, son seguidores de ese Cristo en la Columna al que aman con locura y que tanto representa en sus vidas. Y ese lazo, honesto y limpio, los venía uniendo desde hace lustros y por encima de todas las distancias.

El entierro ha tenido lugar hoy, día de Reyes, a las diez de la mañana, en la iglesia de San Isidoro. Demasiado temprano para una fecha tan especial. Sin embargo, no cabía un alfiler. Cuando entró el féretro, se hizo un silencio sepulcral. Allí, a su lado, bajo el atril del Evangelio, en medio de todos los directivos y numerosos cofrades con la medalla en el pecho, puestos en pie y firmes en señal de hondo respeto, aparecía majestuoso el estandarte de una de las muchas cofradías a las que pertenecía. Esa que, sin duda, más quería y más ha significado para él: “La Columna”. Así como el estandarte que simbolizaba y aglutinaba a todas las demás: el de la Agrupación de Cofradías.

Don Santiago, el párroco, acompañado por don Robustiano, ofició la ceremonia religiosa. Habló de Julián convencido del triunfo de su vida, expresando la certeza de que ya estaba disfrutando de la presencia del Señor. Por último, y antes de partir para el cementerio, sonó la marcha de la cofradía y lo llevaron a hombros hasta la capilla del Cristo que tantas veces, incansablemente, visitó a lo largo de su existencia. La emoción entonces nos embargó a todos. Y en todos los ojos de los allí presentes se nos hicieron de niebla las pupilas.

Sus cinco hijos, junto al resto de la familia, estaban rotos por el dolor, pero en sus miradas, pese a las lágrimas y el cansancio, brillaba un dulce sentimiento de orgullo. Todos sabían que su padre, ese hombre de vida excepcional dormido dentro del ataúd, ha sido un ejemplo de humanidad, de fidelidad, de trabajo, de entrega, de renuncia, de coherencia, de sacrificio, de oración, de esperanza, de amor… Desde la pobreza los supo hacer ricos y fue rico en bienes del alma. Viudo desde muy joven, hizo de padre y madre a la vez, y los llevó a todos a las nubes de la formación y la cultura para que cruzaran por la vida con alas de libertad y sencillez. Luchó por la fe, sembró evangelio, se dio a los necesitados y a los enfermos, visitó a los presos, dio de comer a los hambrientos y de beber a los sedientos, acogió a los peregrinos y vistió a los desnudos… Y hasta a mí, soñador de versos, nunca dejó de animarme para que no desfalleciese en mi destino de ser y de darme.  

Le dije adiós desde el alma, pidiendo a Dios, en este año especial de la misericordia, no por él, sino por mí, para que me permitiera encontrarme de nuevo con su presencia en la otra dimensión y darle un fuerte abrazo por toda la eternidad. Y al verlo alejarse definitivamente dentro de su sepultura terrena, volví a sentir dentro de la pena que me seguía bañando una alegría serena y silenciosa… Y entonces supe por qué un hombre tan mayor y tan lleno de madurez como él se había ido en la víspera del día de Reyes. Sencillamente, pensé, porque debajo de ese cuerpo desgastado, repleto de cicatrices y de llagas, de heridas siempre perdonadas, de sembrador de vida, lo que había era un niño, un niño grande, un niño siempre agarrado a la túnica de Jesús de Nazaret… Y de los niños, nos dejó dicho el Señor, es el reino de los cielos. Que lo disfrutes, amigo Julián. Te lo has merecido.

1 comentario:

  1. Bello relato para darle el último adiós terrenal, pues el espiritual siempre podrás dárselo. Efectivamente se marchó junto al Padre, voló a su encuentro y dejó esta tierra donde pasó haciendo el bien..., adiós amigo Julián.
    José

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