Cuando los políticos rayan lo disparatado, la obra teatral
de la política pasa a ser comedia. Y cuando caen en el absurdo, se convierte en
tragedia.
Y la tragedia es una enfermedad muy grave. Trae fiebre,
dolor, angustia, miedo…, y muerte.
Nuestros políticos son personas mediocres que creen que
juegan con sus muñequitos a las asambleítas de colegio. Son mentirosos
compulsivos. No dan confianza ninguna. Uno sabe muy bien que lo que prometen solo
son fuegos artificiales que luego no se cumplen. Se venden por un plato de
poder. Son tremendamente incoherentes y egoístas… Y sus armarios están llenos
de chaquetas de todos los colores.
La mayoría son niñatos incongruentes, hijos e hijas de papá
y mamá que no saben lo que es trabajar duro, pasar necesidades, no tener
porvenir.
A ellos les importa poco que cientos de miles de jóvenes con
gran preparación y carreras universitarias se tengan que ver viviendo con los
padres porque no encuentran empleo o tienen que emigrar a países lejanos para
poder vivir con una mínima dignidad. A ellos les da igual además si aumenta el paro, si cierran
empresas, si hay quienes no tienen ni para comer, si son cada vez mayores las
injusticias y más pisoteados los derechos y las leyes...
Se insultan, se injurian, discuten…, se pelean entre ellos.
Se dicen de todo, hacen como que se odian…, pero luego pactan. Y una vez hechos
los pactos siempre andarán con el cuchillo escondido dentro de la manga para
sacarlo en el momento preciso y acuchillarse.
Hay no pocos que son incluso peligrosos, en cuanto andan
pretendiendo imponer sus ideas mediante el terror, el chantaje, la coacción y
el golpe de estado.
Muchos políticos además son ciegos. Uno no puede entender
que se declaren demócratas y luego apoyen dictaduras. Nadie que sea mínimamente
razonable y amante de la libertad puede estar a favor de ninguna dictadura. ¡De
ninguna! Ya sea de derechas, de centro o de izquierdas.
Y sin embargo, vemos cómo no son pocos los actos que se han
venido haciendo y se hacen, con orgullo además, en favor de ciertos
totalitarismos, como el de Cuba, China, Corea del Norte, la Rusia de Putin...
¿Por qué? ¿Por qué hay que tenerles consideración a estas dictaduras tan
terribles? ¿Porque son de izquierdas? ¿Porque son comunistas…? Por contrario, cuando
la dictadura es del otro extremo, entonces la oposición es tanta y tan fuerte
que aquel que no se atreva a condenarla ipso facto será inmediatamente
defenestrado.
Y es que hemos perdido el rumbo y el norte. Todos sabemos,
por ejemplo, lo que está pasando en Venezuela, donde un dictador botarate tiene
hambrienta a la mayoría de la población. (Según el diario El País, datos de
ninguna dudosa procedencia, el 87% vive en la pobreza y el 61,2% en la pobreza
extrema.) Un país donde un personaje bien hermoso, sin escrúpulos, manipulador,
corrupto, que pretenden instaurar definitivamente un modelo autoritario
marxista-populista con miles de muertos y detenidos ya a sus espaldas, que
tiene comprado al ejército y a los chupasangres que le rodean, que deja correr
el narcotráfico, que no respeta los derechos humanos, que sabe que la mayoría
de las naciones ya ni lo reconocen como presidente y que cada vez que habla da
vergüenza ajena…, se aferra al poder con uñas y dientes, sin importarle si
con él se derrumba todo o así explote el país entero sobre su inmensa y rica
bolsa de petróleo.
Y a todo esto viene el señor diputado de Podemos por nuestra
provincia de Jaén, don Diego Cañamero, y se presenta nada menos que en el Congreso
de los Diputados con una camiseta en la que se lee con claridad sobre los
colores de la bandera venezolana: “Yo con Maduro”. Pues muy bien, señor mío, ya
está usted tardando en irse allí con él. A que no tiene… valor.
Y esto en el Congreso de los Diputados. Si alguien hace lo
mismo, no ya en las Cortes, sino en el bar de la esquina, poniendo en la
camiseta: “Yo con Franco” o “Yo con tal o cual dictador de derechas”, se tiene
que ir de España o largarse al país de ese tal o cual dictador de derechas tan
rápido que ni se le vería el polvo.
¡Qué risa! ¡Madre mía qué risa!
Lo dicho: la obra teatral de la política ahora está en
comedia. Ojalá no llegue nunca a ser tragedia.
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