La mujer ha salido de la penumbra de la Historia y ya es por
ley igual al hombre en muchos lugares del mundo. Todo un logro que debe
alegrarnos y hacer que nos sintamos orgullosos.
Ahora, la mujer tiene los mismos derechos y obligaciones que
el hombre. No debe, pues, haber barreras para sus aspiraciones. Que sea lo que
quiera y alcance los logros que desee. Nadie lo impida. Que vuele a los
confines de los sueños, que supere todas las fronteras, que alcance las cimas
más altas del universo.
Yo, que he sido testigo, en pleno siglo XXI, de la opresión a
la mujer, que he visto como muchas no podían pisar un bar, ni vestir
pantalones, ni cruzar la plaza a solas porque había hombres…; que he sabido del
esfuerzo, la lucha y el sacrificio, en los duros tiempos del hambre, como ya he
dicho en alguna otra ocasión, de mi abuela materna, analfabeta y pobre, para
que sus hijas estudiaran y sacaran una carrera; que he vivido lo que es una
madre dada al trabajo sin horas y de un padre amo de casa, cuando eso era de lo
más indigno y despreciable… Yo, que he escrito y representado durante varios
años la obra “Malos tratos” por infinidad de pueblos y ciudades, y que incluso
estoy a favor de que la mujer pueda llegar algún día a ser ordenada sacerdote y
tener plena voz y voto en la Iglesia… Yo, sin embargo, no puedo dejar de
sentir, después de escuchar las noticias y ver el proceder de tantas mujeres
que se manifiestan y gritan, que se está llegando a un extremo que en verdad no
busca igualdad, sino confrontar, confundir y pretender desvestirnos de nuestra
propia naturaleza para convertirnos en simple plastilina amorfa cuando no en incoloro
blandiblú.
Pienso que ante todo y por encima de las presiones e
influencias que la sociedad intenta imponernos está la libertad individual y la
decisión de pareja. Tampoco acepto los radicalismos de que hombre y mujer renuncien
a lo que son para ser lo que no son y llegar a no conocer ni conocerse. Estoy a
favor del feminismo y del masculinismo, pero en contra del machismo y del hembrismo.
Porque el machismo es la dominación de la mujer por el hombre y el hembrismo la
dominación del hombre por la mujer. Y machismo y hembrismo siempre acaban en sumisión
cuando no en enfrentamiento, dolor, desesperación y violencia. Sin embargo,
feminismo y masculinismo es todo lo contrario. El feminismo es luchar para que
la mujer sea igual al hombre, sin que por ello deje de ser mujer, sin perder su
propia idiosincrasia, su sentir especial, su naturaleza innata, sin
masculinizarse… Y el masculinismo es desprenderse de la hombría mal entendida y
dominante para unirse al feminismo y luchar junto a la mujer para que alcance la
plena igualdad moral, social, política, cultural, religiosa…, sin dejar por
ello de ser hombre, con sus características, sus diferencias físicas, su
singularidad…, sin buscar feminizarse. Hombre y mujer iguales pero hermosamente
diferentes.
Porque si no son hermosamente diferentes perderán la chispa
de la vida, el cielo azul de la convivencia, la pasión más honda, el
sentimiento más grandioso, el fruto más divino.
Y ya está bien de irnos a los extremos y creer que todo es
acoso, violación, abuso, maltrato… Ya está bien de exagerar hasta el punto de hacer
que sea un crimen un halago. Ya está bien de que mostrar cortesía sea de retrógrados;
de que expresar sentimientos amorosos se catalogue de hostigamiento; de que insistir
con elegancia y delicadeza para buscar trasformar el corazón del otro sea sinónimo
de persecución… Ya me entienden… Dejemos al hombre cortejar, hablar, recitar
versos, conquistar, enamorar, buscar un beso…, sin que se le llame abusador. Dejemos
a la mujer que se embellezca, vista como quiera, sea atractiva, recite poemas, atraiga,
seduzca, enamore, pretenda un beso…, sin que se le llame fulana.
Lúchese a favor de todas aquellas personas que andan en las diferentes
ramas del árbol de la homosexualidad para que no sufran discriminación ni
homofobia alguna. Lúchese también para que la igualdad entre hombre y mujer sea
una realidad plena y absoluta. Pero dejemos, por favor, que siga habiendo
hombres y mujeres que se sepan distintos, diferentes, complementarios, y que desde
el respeto, desde lo íntimo, pacíficamente, sin que nadie se lo prohíba, se
miren, se busquen, se atraigan, se cautiven… y disfruten de la vida, del deseo,
del abrazo, de la locura, del amor eterno.
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