Las críticas al Papa Francisco son terroríficas. No pocos lo
catalogan de hereje, masón, malvado, apóstata, antipapa, demonio…, y más en
España después de conceder una entrevista personal a un periodista de la Sexta,
republicano, agnóstico y azote del catolicismo, llegando algunos incluso a
decir que no fue debidamente elegido y concluyendo otros que el Espíritu Santo
se equivocó en el cónclave.
Pero el Espíritu Santo nunca se equivoca, incluso en los
peores tiempos, cuando han salido elegidos Papas corruptos, sinvergüenzas,
degenerados y fornicadores, no se equivocó, tenía que ser así, pues gracias a
ellos la Iglesia se vio forzada a reformarse y dar al mundo grandes pensadores,
místicos, artistas, poetas y santos.
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Y ahora, Francisco. Llegado para mover cimientos. Para dar
un grito que estremezca conciencias. Anticapitalista con la vista puesta en los
evangelios. Dado a los pobres, los migrantes, los perseguidos… Capaz de abrir
puertas a la mujer diciendo que sin ella la Iglesia no puede ser Iglesia, y
menos siendo ésta femenina. Comprensivo y condescendiente con los homosexuales,
exponiendo que una vez que la actitud homosexual está fijada, ese hombre y esa mujer
tienen derecho a una familia, y ese papá y esa mamá tienen derecho a un hijo,
venga como venga. Contrario a los muros. Constructor de puentes con el Islam. Que
odia los chismorreos. Que acepta que tiene enemigos. Que no sabe cómo expulsar
a los mercaderes hipócritas del Vaticano. Viajero con preferencia a comunidades
pobres, minoritarias y perseguidas. Dado a sonreír a dictadores de izquierdas y
poner cara larga a presidentes de derechas. Capaz de renunciar a los boatos,
zapatos rojos, sillones majestuosos…, y a quien ni siquiera le gusta que le
besen el anillo expresándolo hasta con gestos descorteses. Dicharachero,
metepatas, demagogo, poco intelectual, listo, limpiador de alfombras, pastor
con olor a oveja por los suburbios, perseguidor de pederastas, futbolero… Y si
no rompe con más columnas eclesiales es porque no lo dejan.
Un Papa que ha llegada por algo y para algo. Un Papa venido
a una Iglesia que está encerrada en sus propias contradicciones, no pocas veces
contrarias al Evangelio, en crisis, atrapada en la telaraña del pasado,
aturdida ante los tiempos presentes, manchada, dividida, acomodada, envejecida,
triste, materialista, enfrentada, vulgarizada, farisaica, de manga ancha para
infames comportamientos y estrecha con nimiedades…, sin rumbo. Donde la cizaña,
presente en todas las épocas, sigue ensombreciendo el trigo.
Una iglesia acomplejada, que ha de dar al césar lo que es
del césar. Una iglesia que no debe buscar la cantidad sino la calidad, no
olvidando que muchos son los llamados y pocos los escogidos. Que ha de exponer su
opinión valiente y actuar, sobre todo actuar desde el ejemplo, siendo
coherentes sus presbíteros, religiosos y fieles en cuanto a lo que se dice con
lo que se hace… Y dejar que el no creyente gire en el mundo que gira libremente
sin poderse detener.
Y menos beaterías, cumplimientos y carguillos dados a
incongruentes, menos jerarquización arrogante, menos actividades banales y de
fachada, menos política, menos funcionariado… y más Biblia. Y si hay alguna
contradicción entre los Evangelios y las cartas apostólicas, o entre estos y la
tradición de la Iglesia…, primero es Dios que los hombres.
El Espíritu Santo no se ha equivocado dando el papado a
Francisco. Todo lo contrario, nos ha dado este Papa para que las aguas de la
piscina de Bethesda se remuevan, y al paralítico que lleva allí infinidad de
años sin poder bañarse, Cristo pueda darle un empujón para que caiga y se cure.
Ahora mismo estamos todos confusos y aturdidos, y más con
este extraño y controvertido Papa que busca el lío y es con diferencia mucho
más criticado y despreciado que todos sus antecesores. Por el momento, hasta
parece que es un sembrador de sombras, pero con la perspectiva del tiempo lo
mismo lucen nuevos soles y hasta lo declaran santo.
El Espíritu Santo dirá.
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