El pasado 22 de abril del año
2020, Sábado Santo, será un día histórico, único, dentro del gran libro
cronológico de la Virgen de Guadalupe, Patrona de Úbeda.
Y será especial porque, por
primera vez en siglos, la imagen de la Chiquitilla del Gavellar llegó a nuestra
ciudad transportada en un vehículo sin que nadie o casi nadie lo supiese, en
plena pandemia del llamado Coronavirus y yendo directamente, sin parada alguna,
dentro de la máxima austeridad, a su capilla instalada en la Iglesia Mayor de
Santa María.
Los que tuvieron el honor de trasladar
a la Virgen desde su camarín del Santuario a su pueblo, fueron: la Señora
Alcaldesa, el Presidente de la Unión de Cofradías, el Presidente de la Real
Archicofradía de la Virgen y un Directivo de la misma. También se contó con la
presencia de un miembro de la Guardia Civil, ataviado con el uniforme.
Cuando tuve conocimiento de la
noticia y supe que nuestra venerada, chiquitilla y bella imagen estaba de nuevo
entre nosotros por sorpresa, así, sin más, sin que nadie le dijese al menos “nos alegramos”, sentí la necesidad de
componerle un poema de bienvenida y hacerlo público. Y lo hice, aparte de
porque libremente quise hacerlo, porque quería reparar, aunque fuese
mínimamente, el desagravio de traerla de manera tan prosaica, obligados por las
tremendas circunstancias, y, sobre todo, en prueba de gratitud debido a me
sentía y me sentiré siempre en deuda con ella en cuanto ha permitido que yo
haya sido su cronista oficial, miembro de su junta directiva en los gloriosos
años del Centenario, autor de la letra de su himno compuesto por Manuel Antonio
Herrera, investigador al que hicieron llegar de un particular el libro original
de actas de la primera mitad del siglo XX y que doné a la cofradía, artífice de
un librito de su historia, creador de numerosos artículos relacionados, su
pregonero por tres veces (dos en Úbeda y una en Sevilla), además de permitirme recibirla
y despedirla, oficialmente, en el año 1980…, así como otras muchas cosas que
guardo en el corazón.
Se ha hecho bien trayendo a la
Virgen. La soledad en el Santuario era correr un riesgo tristísimo. Confieso, honestamente,
que yo lo hubiese hecho de otra forma. Seguro que cada ubetense lo hubiera
llevado a cabo de un modo diferente. Pero las circunstancias son muy singulares,
delicadas y comprometedoras. Así que lo importante es que ya está aquí y que al
igual que en otras muchas ocasiones, sequías, temporales, plagas, guerras,
epidemias…, en definitiva, cuando la ciudad se ha visto agobiada por la
pesadumbre, se ha acudido a ella buscando su amparo y protección. Sirva, como
mejor ejemplo, cuando la llevaron al Hospital de Santiago en 1681, y cuentan
que cesó la epidemia de peste. De ahí que desde entonces cuelguen por su pecho
las llaves de oro de la ciudad.
Ya sé que hoy en día, como desde
siempre, acechan los laicistas, los escépticos, los ateos, los sabios, los
escribas y doctores de la ley… Que incluso están en contra y hasta se ríen y
burlan de estas cosas. No importa. Cada uno es libre de pensar y opinar como
considere. Como también los creyentes somos libre de pensar y vivir conforme a
lo que creemos y son nuestras tradiciones. Y lo que creemos es que hay una fe
que nos conforta en la esperanza y en al amor; fe en un Dios que se hace hombre
en Jesús de Nazaret por medio de una mujer santa llamada María. En Úbeda
representada por una imagen humilde y pequeña a la que han acudido, por espacio
de casi seis siglos y medio, generación tras generación, los ubetenses
sencillos en busca de consuelo, ayuda y salvación.
He aquí el poema de bienvenida:
No hay comentarios:
Publicar un comentario