Cuando comenzaron los aplausos en
los balcones, especialmente dirigidos a los sanitarios, en una de esas noches
envueltas en el terrorífico silencio, salí al mío y amplié mi sincero aplauso a
todas aquellas personas que también, por su entrega, abnegación, generosidad y
amor, daban lo mejor de ellas para el bien común. Aplauso que no dejaba en el
olvido tampoco a los miles de fallecidos que ya se habían marchado, a causa de este
miserable virus, al reino de la paz eterna.
El poema había sido ilustrado por
Inés López Prada, que intercaló imágenes a mi voz y le dio el ritmo y la
concordancia debidos, además de introducirlo en las redes en las que ella se
mueve con cierta soltura.
Y cuando ya han pasado semanas de
que este poema gire por la geografía de los entresijos anónimos, recibo una
llamada telefónica de una amiga que reside en Gavá (Barcelona) y me hace saber,
para sorpresa mía, que ha visto mi poema, al que yo había titulado “Mi sentido
aplauso”, publicado en el diario de Cataluña “La Vanguardia”.
Y me alegré, pero más que por mí
mismo, por todos aquellos que pudieran leerlo e identificarse con mis
sentimientos de admiración y respeto infinitos, uniéndose a mi aplauso.
Han pasado ya días, más de
cuarenta, casi una eternidad en el almanaque de este encierro que se nos
hace cada vez más pesado, más triste y más lleno de luto en cuanto no cesa el
río de las necrologías llevando al mar luctuoso decenas de miles de seres
humanos que fueron historias únicas e irrepetibles… Han pasado muchos días, es
cierto, pero nuestros héroes no se han rendido y siguen ahí. Héroes que son
todos los que, desde su constante trabajo, han sufrido y siguen sufriendo esta
situación de hundimiento agravada por la desgobernabilidad, la desvergüenza y
la inadmisible falta de medios. Héroes que, de alguna manera, somos también
todos los que desde el confinamiento al que estamos sometidos nos anda
sangrando el corazón porque nos han robado lo más valioso que se puede tener: la
libertad.
Ojalá todo esto acabe pronto. No
mucho más cercano de lo que desearíamos. Sabiendo además que, cuando pase, nos
quedará otro gran desierto que atravesar por culpa del descarrilamiento político
al que nos está llevando esta caterva de insensatos, y a la enorme ruina
económica que se nos vendrá encima resquebrajada y gris. Pero al final, tarde o
temprano, como siempre ha sucedido en todas las grandes crisis de la humanidad,
brillará la luz y habrá un nuevo renacimiento.
En esa esperanza, al menos, pervivimos.
Mientras tanto, mis fieles amigos, os dejo el poema por si no lo conocéis.
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